Tengo amigos que se consideran cultos y que, sorprendentemente, exhiben un antiamericanismo cocinado a base de lugares comunes y prejuicios ideológicos. Bien por pereza mental o bien por la inspiración de cierto pensamiento de una izquierda paleolítica que fomenta esta visión superficial, estos amigos y conocidos míos siempre han encontrado en América el chivo expiatorio a todos los problemas de la Humanidad.
Según ellos, América es la representación más clara de la decadencia del hombre occidental. América se convierte, en la mente de mis amigos y de muchos españoles que piensan como ellos, en sinónimo de hamburguesas y obesidad, de armas y violencia callejera, de avaricia y consumo desenfrenado, de la cursilería de Hollywood y de un imperialismo que pone en jaque al mundo y que siempre se mueve siguiendo las consignas del temible lobby judío, de las multinacionales o de la industria del armamento.
César García, que lleva unos años enseñando en una universidad de la costa oeste y que habla de un terreno que conoce bien, ha escrito un librito donde intenta ir más allá para darnos una visión diferente y más enriquecedora de los Estados Unidos. American psique nos habla de los valores (desconocidos o solo intuidos por los españoles) en los que se asienta la moral y la sociedad de aquel país, y que lo han convertido, por más que les pese a algunos, en un ejemplo de convivencia y desarrollo social y personal.
César García captura la atmósfera (de origen religioso y de fuerte componente moral) que los americanos respiran, ese clima, invisible para mucha gente e incluso para los propios americanos, que facilita la confianza en el prójimo, la amabilidad y el buen trato en las relaciones, el asociacionismo, el respeto a la ley, a las reglas del juego y a las opiniones de los demás, y un civismo que se manifiesta en un cuidado exquisito de lo compartido. Ese clima, en fin, difícil de percibir por lo omnipresente que está, que engrasa las relaciones sociales y mantiene el extraordinario dinamismo de los americanos y su incombustible optimismo antropológico. Y lo hace mientras nos habla del universo micro de la universidad en que trabaja, de los ambientes de trabajo en que se desenvuelven sus conocidos o de las actividades que se organizan en su vecindario.
César García está convencido de que esos valores que conforman la psique americana, el alma de América, pueden ser una guía para una sociedad desnortada como la española. “La crisis económica no se resolverá con una serie de políticas macroeconómicas, sino con una serie de cambios sociales, lentos y difíciles, aunque no imposibles, que requieren un cuestionamiento de nuestra psique personal y colectiva”. El diagnóstico del autor es demoledor. España, en su opinión, es un país sanguíneo, cainita, envidioso, incívico, pesimista por naturaleza, poco comprometido con la ley y con la palabra dada, que desincentiva la iniciativa y el riesgo, esclerotizado por la burocracia y su falta de transparencia…
César García ha escrito un libro de cierto aliento religioso. Esa psique americana que ensalza se asienta en la profunda vivencia religiosa de las comunidades protestantes, una forma de vida que en España muchas veces se parodia, pero que explica cómo el pueblo estadounidense ha sido capaz de crear sociedad civil más allá del Estado y ha podido sortear el descreimiento, el relativismo y el cinismo que preside la vida pública y privada en España y en Europa.
Hay que reconocerle a César García valentía porque, cuando habla de España, evita cualquier complacencia y hace una crítica muy directa, sin miramientos y sin el tamiz de la corrección política. Ciertamente, estamos necesitados de modelos. Sin embargo, recurre a una visión de América que soslaya muchos de los problemas que tiene sin resolver y que, por ejemplo, desoye todas las advertencias sobre la desintegración moral y social lanzadas por un teórico tan poco sospechoso como Daniel Bell hace nada menos que 40 años.
El autor lo sabe y lo reconoce en el capítulo final del libro. Y es que ante todo García quiere provocar el debate y la reacción, aunque para ello tenga que dar una visión maniquea donde el supuesto “buenismo” americano siempre o casi siempre sale bien parado frente a la decadente sociedad española.
En American psique se nos dice que “los norteamericanos son probablemente el pueblo más generoso que existe en todo Occidente”, o que “donde el americano ve oportunidades, el español encuentra obstáculos, riesgos”, o que “el americano es, sin duda, el consumidor más desprejuiciado del mundo”, o que “Estados Unidos es el país más seductor” del planeta. Por el contrario, se asegura que, “en comparación con los americanos, los españoles somos una cultura gregaria, colectivista”; que “España es reino de la desconfianza y el cinismo”; y que “la sociedad española sería mucho más abierta y justa si se pareciera más a la norteamericana”.
Es una visión de blancos y negros insostenible si se la confronta con la siempre matizada realidad. Si uno ve la serie The Wire, estupenda y verosímil ficción que centra su atención en la América olvidada y excluida de los grandes suburbios, o lee parte de la última literatura que nos llega de aquel país, pensaría que César García está en la luna. Sin embargo, en las últimas líneas de su trabajo descubre el artificio: “Quizás nos hallemos en un punto de inflexión en la historia del excepcionalismo americano, es posible que los americanos ya no sean tan diferentes a nosotros como en el pasado y aún lo vayan a ser menos en el futuro. Por eso creo que hay que reivindicar la psique americana. Una y mil veces”.
Se pueden poner muchas objeciones a esta visión idílica y primigenia de los Estados Unidos, pero, en cualquier caso, el empeño es loable, toda vez que en juego está el futuro de España como sociedad. El trabajo de César García es todo un correctivo moral con cierto aire noventayochista, aunque esta vez el amigo americano está de nuestro lado.
American psique
César García
Madrid 2011
198 páginas
16 euros
Sin haber leído el libro, estoy de acuerdo en algunas aseveraciones como las de que el pueblo estadounidense (que no americano ni norteamericano) ha sabido crear una sociedad civil, es respetuoso con la ley y la palabra dada. En ello influye la religión, sin duda, y el alto concepto de la moral (pública y privada) de los estadounidenses. Pero no es menos cierto que los EEUU tienen sólo algo más de 200 años de existencia y que son descendientes de una mezcla de pueblos europeos (británicos, franceses, irlandeses, holandeses, etc...) unidos por el afán independentista de la metrópoli y la necesidad de crear un sistema sociopolítico diferenciado del Antiguo Régimen europeo.
ResponderEliminarEsta idiosincrasia histórica también puede explicar el hecho de que sea uno de los pocos países en los que la separación de poderes sea un hecho y funcione. Y un pueblo que confía en sus instituciones necesariamente debe confiar en los procedimientos que se otorga para regir sus relaciones sociales.
Más allá de esto, no deja de ser cierto que los estadounidenses son un pueblo de muchas caras: por la extensión del territorio y por la procedencia de sus gentes. No es lo mismo un habitante de Baltimore que uno de Austin. Por eso no puede generalizarse sobre la nación estadounidense.