martes, 11 de octubre de 2011

A vueltas con el trabajo



En La mano invisible, la última novela de Isaac Rosa, una teleoperadora consume toda su jornada laboral realizando encuestas de satisfacción laboral. Entre otras cuestiones, pide a sus interlocutores que digan su grado de acuerdo, puntuando de uno a cinco, para cada una de estas afirmaciones: “Una persona solo llega a realizarse por medio del trabajo. Me encantaría tener un trabajo remunerado incluso si no necesitara el dinero. El trabajo es solo un medio de ganarse la vida. El trabajo es una maldición”.

Si en la muy recomendable El país del miedo, su anterior texto, Rosa abordaba de forma muy original las mil preocupaciones y traumas que pueden perseguir a sus contemporáneos, en la última todo gira alrededor del trabajo, que se convierte en el verdadero protagonista. Así, los distintos personajes que aparecen no tienen nombre y serán identificados por sus oficios: el albañil, el carnicero, el mecánico, la costurera, la operaria de una cadena de montaje, el mozo de almacén… 

Y para subrayar aún más el peso del entorno laboral en esta obra, los coloca a todos en el centro de una nave abandonada, abierta al público por no se sabe quién (esa mano invisible del título y del capitalismo desde los tiempos de Adam Smith, que les va exigiendo más y más conforme pasan las semanas), para que desde las gradas sean observados mientras realizan sus tareas.

Aunque pueda parecer descabellado que la gente se reúna para ver, por ejemplo, cómo un carnicero descuartiza una vaca muerta, un mecánico desmonta un coche, un albañil construye una pared o una operaria coloca piezas de distintas formas en una caja, lo cierto es que no faltan “los turistas del trabajo”, como alguna vez son calificados, pero tampoco los analistas que vilipendian ese “zoológico” o aquellos otros que lo comparan con un concierto, definiéndolo como “la sinfonía del trabajo humano”. Teatro, circo, arte, experimento, broma, galera con condenados o campaña publicitaria son otros términos a los que se recurre para intentar describir lo que ocurre en esa especie de Gran Hermano que han montado en la nave.

Estamos ante una novela de tesis, con una idea muy clara sobre la alienación que trae consigo el trabajo. Sus páginas están plagadas de diálogos y situaciones que así lo corroboran, como cuando la costurera se arrepiente de nunca haberle dicho a su madre que “está harta de su viejo cuento de la dignidad del trabajo, la decencia del trabajo, la felicidad del trabajo, porque yo no he conocido nada de eso, y no creo que tú lo hayas conocido después de cincuenta años trabajando como una burra…”. Y si, como es previsible, los jefes no salen muy bien parados, tampoco los trabajadores, que se volverán despóticos en el momento que tengan el mando o intentarán que el compañero de al lado asuma alguna de las tareas que en principio les correspondían a ellos.

Aunque, como les ocurre a los protagonistas, el lector puede estar interesado en saber qué y quién hay detrás de ese montaje, el objetivo de este libro no es tanto explicarle lo qué está pasando como abrirle los ojos ante la hipocresía general, ayudarle a reflexionar sobre el mundo laboral y también sobre el ser humano, que desde luego no sale muy bien parado. No estamos ante una novela complaciente, que ayude a pasar el rato. 

Tal y como ocurría en El país del miedo, Rosa remueve muchas cosas en aquellos que se acercan a sus obras, pero quizás en la anterior era más fácil empatizar con Carlos, recordar situaciones en las que nos hemos encontrado tan indefensos como su protagonista; mientras que la sucesión de arquetipos que pueblan esta y una trama demasiado delimitada por el mensaje no la hagan tan recomendable como aquella. De todos modos, aquellos que lleguen hasta el final tendrán mucho material sobre el que reflexionar.



La mano invisible
Isaac Rosa
Editorial Seix Barral
Barcelona, septiembre 2011
380 páginas
19,50 euros

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