martes, 29 de noviembre de 2011

La crisis en primera persona



A propósito de 'El muelle de Ouistreham', de Florence Aubenas

Julio Fernández

La autora, periodista francesa para más señas, nos propone una inmersión en el mundo de la actual crisis financiera y de sus consecuencias inmediatas. Para ello entra en las interminables filas de las personas que buscan trabajo en un entorno donde éste escasea cada vez más. Aubenas entra a formar parte de una clase social que no es la suya, y lo hace  con tal habilidad que en ningún momento se aprecia el engaño. Se mete en la piel que representa y no hará gala de sus conocimientos o su situación social por ahorrarse la dureza de algunos trabajos o el despotismo de algunos jefes. Llega a hacer amistad con algunas compañeras y compañeros de trabajo y nos muestra  cómo son sus  vidas,  sus hogares, sus esperanzas y sus fracasos; todo en un clima de escasez.

Aubenas se transforma en otra persona con la finalidad de empaparse de la experiencia y de la vida de de un determinado entorno social. A diferencia de otros libros donde el escritor cuenta una historia que no es la suya, esta obra no trata de personajes marginados, minorías étnicas o personas en estado de exclusión social; estamos hablando en este libro de una ciudadana francesa en una provincia de la Bretaña, concretamente en Caen, escenario que escoge con del fin de desvincularse de su pasado.

El libro se ordena en diferentes las historias que le van sucediendo a lo largo de su búsqueda de trabajo, esto hace que su lectura resulte amena. Desde su primer contacto con  las oficinas del paro al contrato fijo, pasando por la entrevista de trabajo y los primeros empleos.

Está presente en toda la obra el derrumbamiento del estado de bienestar; cómo éste se ve incapaz de hacer frente a tantas personas que rápidamente van engrosando la lista de desempleados. El parado se reduce a un número incómodo para las  estadísticas de empleo; las condiciones de trabajo  se van deteriorando y su regulación incomoda al empleador que prefiere la improvisación.

La protagonista tiene más de cuarenta años, sin experiencia laboral y sólo ha completado el Bachillerato; su baja cualificación le impide elegir, tiene que aceptar lo poco que se le ofrece y que se reduce a los trabajos de limpieza. Se mezclan en estos relatos mezquindad y generosidad, la fraternidad entre los compañeros y un claro  machismo que deja para las mujeres los trabajos más duros. De sus compañeros de trabajo destaca las dificultades que sufren para poder llegar a fin de mes, las fatigas de los trabajos de limpieza y su “invisibilidad” para las personas que se cruzan en su camino.

En definitiva, un interesante documento para conocer una parte de la realidad de esta crisis de la mano de una escritora que sabe captarla viviendo entre las personas que más la sufren.



El muelle de Ouistreham

Florence Aubenas

Editorial Anagrama


Barcelona, 2011

248 páginas

17,50 euros




lunes, 21 de noviembre de 2011

Ritmo caribeño




A propósito de 'Cuba a cámara lenta', de César González-Calero


Cualquiera que haya visitado Cuba de manera apresurada habrá disfrutado, breve pero intensamente, de la belleza de la isla tanto como sufrido el acoso de jineteros y jineteras, ávidos de dólares con los que superar su crónica parquedad de ingresos. César González-Calero, periodista y escritor español, con gran experiencia como reportero en numerosos medios nacionales e internacionales, nos propone otra forma de descubrir Cuba, en base a sus propias experiencias vitales desde 2003 a 2008, pues fue corresponsal en la Habana para “El Universal” de Méjico, entre otros medios. 

En palabras del propio autor, el libro pretende “rendir homenaje al periodismo narrativo, un género que, en España, hunde sus raíces en los textos de autores como Manuel Chaves Nogales, en los años treinta”. Las primeras impresiones al comenzar a leer el libro pueden inducirnos al error de etiquetar a su autor como “procastrista”, por cuanto entre los cubanos entrevistados en su periplo a lo largo y ancho de la isla se cuentan muchas viejas glorias olvidadas de la “revolución socialista”. 

Sin embargo, conforme avanzamos en su lectura descubrimos que Cuba a cámara lenta se aleja, de forma ecuánime, de los tópicos más manidos. Mediante la técnica del reportaje narrativo, con un estilo ágil y directo, González-Calero ilumina nuestra mirada sobre algunos de los lugares más conocidos de la isla así como, de modo mucho más interesante, sobre un sinnúmero de rincones escondidos y su población. El autor manifiesta una vasto conocimiento de Cuba al servicio de su obra, reforzado mediante su don de gentes y el respeto por la población local. Tales virtudes le granjean las simpatías de los cubanos, que le hacen partícipe, en consecuencia, de sus opiniones y sus anhelos.

El viajero independiente reconocerá muchas de sus propias impresiones sobre Cuba en el testimonio de González-Calero: las maravillas de Pinar del Río y Baracoa, las leyendas urbanas, el calor húmedo del Caribe, la sencilla candidez de los pobladores rurales y sus penalidades cotidianas para conseguir sobrevivir con ingresos paupérrimos, la intransigencia de las autoridades tanto como el eco heroico de la revolución, la pesadilla de los balseros, el delirio del peso convertible, la ruina de la Habana Vieja, el escénico ambiente del Malecón…

Pero el autor va mucho más allá. Conoce Alamar, la ciudad de los poetas;  visita pueblos ignotos, atraído por las resonancias de sus insólitos nombres (“Macondo”, “España Republicana”, “Julián Grimau”), para descubrir en ellos inagotables anécdotas, contadas por sus propios habitantes; revive el viaje de Federico García Lorca a Santiago; viaja hasta la finca Manacas, cuna de los Castro; frecuenta las “vallas”, los escenarios de las populares peleas de gallos y se pierde por carreteras secundarias. Por el camino, González-Calero nos expresa sus propias opiniones sobre Batista y sobre la política actual y nos describe, en suma, con erudición y curiosidad inagotables, sin aburrirnos nunca, las pasmosas contradicciones y sorpresas de la vida en la isla, mientras cita a Virgilio Piñera, a José Martí, al propio García Lorca, a Alejo Carpentier...

En su conjunto, el libro nos deja la sensación de que Cuba, marcada por su insularidad y su situación geográfica y política, vive ajena a los ritmos y las preocupaciones que en otros lugares nos extenúan, lo que constituye toda una invitación a conocerla de manera pausada, para lograr una visión más profunda y sin prejuicios.


Cuba a Cámara lenta. Retrato de una isla imprevisible
César González-Calero
RBA Libros
Barcelona, 2011
192 páginas
16 euros

miércoles, 16 de noviembre de 2011

La educación y sus peligros


A propósito de "Creer en la educación", de Victoria Camps


Este es un librito enormemente interesante para los padres, cada vez más desorientados en la tarea de educar a sus hijos, para los profesores, acogotados por la falta de medios en los colegios e impotentes ante unos chavales que van perdiendo hábitos de buena conducta, y para los políticos, ensalzados en cuestiones marginales de “ciudadanías” y "religiones" y olvidados de los asuntos centrales que deberían guiar el debate educativo. 

Con un lenguaje directo y llano, con los toques de erudición justos (las referencias a los especialistas y a los libros canónicos están muy medidas y son siempre pertinentes), Victoria Camps intenta ahuyentar falsos debates y recuperar la fe en la educación entendida en su sentido más estricto, como ese trabajo lento que tiene como propósito extraer lo mejor que lleva dentro una persona. 

Para lograrlo, Camps, que es catedrática de filosofía de la Universidad de Barcelona y que ha escrito una monumental Historia de la Ética, cree que es necesario ir renunciando al ideal progresista que ha antepuesto durante décadas la espontaneidad del niño a valores como la disciplina, el esfuerzo, el respeto a la autoridad o la tolerancia. Eso sí, advierte, sin llegar a los rígidos esquemas del franquismo, que, por otro lado, no serían entendidos hoy en día. 

Recordando a un perspicaz divulgador de todos estos temas como Salvador Cardús, Camps concede que los obstáculos son muchos, aunque teme sobre todo uno (o dos o tres, según se mire): la sociedad de consumo y su mayor escaparate, la publicidad con la que martillea constantemente la televisión. ¿Cómo inculcar valores como el esfuerzo, la disciplina o la contención, o formas de pensar como el autoconocimiento, cuando la publicidad, ubicua hasta decir basta, enaltece precisamente lo contrario? ¿Cómo es posible que las cadenas de televisión, que al fin y al cabo son un servicio público, hayan olvidado sus obligaciones para con los más pequeños y hoy haya desaparecido literalmente la programación infantil de las atestadas parrillas televisivas? 

Tampoco ayuda a plantear en los términos adecuados la cuestión educativa la opulencia en la que se han instalado en las últimas décadas las familias españolas y que, como poco, ha dado lugar a varias generaciones de niños consentidos. Para recuperar el terreno, la autora de Creer en la educación propone un debate serio y maduro de todas las partes implicadas, desde la familia a las instituciones y los medios de comunicación, pasando por los docentes, que hoy se sienten, ay, más desprestigiados y confundidos que nunca.


Creer en la educación. La asignatura pendiente
Victoria Camps
Editorial Península
Barcelona, 2008
220 páginas
17,50 euros

domingo, 6 de noviembre de 2011

Another year, de Mike Leigh



Viendo Another year, la última película de Mike Leigh, uno tiende a pensar que llevar un trozo de vida a la pantalla del cine es relativamente sencillo. Que se pone la cámara en un rincón de ese jardín de clase media londinense donde transcurre buena parte de la acción, se encuadra a los actores y todo empieza a funcionar. Sin embargo, sospecho que esa capacidad para captar la vida corriente e insertarla en una trama cinematográfica sin convertirla en un triste remedo o una parodia está al alcance de muy pocos.

Another year es una película que desazona doblemente. La felicidad del matrimonio protagonista contrasta con el desamparo del resto del reparto. Además, el origen de la desdicha es muy poco “literario”. No tiene origen en la pobreza, el exilio o la marginación social. Los desamparados de Mike Leigh son más prosaicos, viven con nosotros, son nuestros amigos y familiares, gente corriente que sufre como nadie la soledad, la vejez o la desidia que llevan al alcoholismo. Y lo hacen evitando la queja.   



Mike Leigh retrata como pocos una Inglaterra íntima de hogares angostos y lúgubres de clase media baja. No es, desde luego, la Inglaterra del cliché; del té a las cinco y de la aristocracia. Tampoco es el país luminoso (vaya paradoja) que le llamó la atención a Woody Allen en Match Point, ni tampoco el juguetón de la frívola Cuatro bodas y un funeral o de la lograda Notting Hill. A Mike Leigh no le interesa el Londres de los hippies venidos a más y de los mercados callejeros, o ése groseramente opulento de los financieros, las galerías de arte y los restaurantes de lujo.

Su Inglaterra es ese interminable paisaje suburbial y grisáceo que rodea al cogollo de relumbrón que nos venden en las agencias de viajes. Como hiciera en Secretos y mentiras o El secreto de Vera Drake, Mike Leigh se adentra sin hacer ruido y sin subrayados en ese mundo íntimo y de espacios estrechos donde sus moradores (tan british o más que esos otros que nos venden los folletos turísticos) sufren en silencio el atropello de los años y la soledad.

Another year tiene algo de chejoviano. El drama, siempre velado, tiene lugar en los estrechos límites de la vida cotidiana. Además, la mirada de Mike Leigh es compasiva. Sin embargo, el sarcasmo y la ironía casi desaparecen. Another year es una película contenida porque (y en eso sí que es muy british) los buenos modales que engrasan las relaciones sociales, incluso las más cercanas, silencian en todo momento cualquier exabrupto. Bendita cortesía que, además, permite un mayor lucimiento del reparto. Es memorable el largo y callado encuentro (cinematográfico) de Mary, funcionaria cincuentona y alcohólica que todavía está de buen ver, y Ronnie, jubilado que se acaba de quedar viudo.

La otra noche, la sala en la que vi Another year estaba a rebosar de gente mayor. Sospecho que la media de edad de los espectadores de esta película será muy alta. Es una pena. Que esta joyita llena de verdad y humanidad pase desapercibida para muchos es quizá el precio a pagar por tantos años de cine frívolo destinado a un público de gusto infantil.







martes, 1 de noviembre de 2011

Todo va a cambiar, de Enrique Dans


El mañana ya está aquí

No hay muchos divulgadores en este país del complejo mundo de las nuevas tecnologías e Internet. Por eso es de agradecer el esfuerzo de síntesis y buena escritura de Enrique Dans, profesor del Instituto de Empresa y uno de los blogueros que más se ha significado en el espinoso debate de los derechos de autor en la red. Dans aborda con un lenguaje bastante llano muchos asuntos que hasta ahora han sido coto vedado de tecnólogos y entusiastas de la informática, pero que, en realidad, están afectando muy seriamente al modelo de sociedad que está a la vuelta de la esquina. 

El punto de partida de Dans es que Internet está cambiado a paso de gigante la forma de relacionarnos, de trabajar, de acceder al conocimiento, de hacer política o de producir y vender bienes y servicios. Además, estos cambios se van a acelerar en el medio plazo, cuando los denominados por Marc Prensky nativos digitales (aquellos que han nacido y se han educado con Internet de fondo) vayan asumiendo puestos de responsabilidad en empresas e instituciones. El ejemplo está en las enciclopedias: ¿Quién se acuerda hoy de la jactanciosa Britannica, o incluso de la solvente pero limitada Encarta de Microsoft, que hace tan solo una década era todo un referente? 



El modelo que se impone en Internet, y que Dans defiende con su característica vehemencia, es abierto y prima la colaboración. Es el que ha dado como resultado que hoy la gran enciclopedia del saber para el común de los mortales sea, con todas sus limitaciones, la Wikipedia, y que los servicios más demandados sean los de las redes sociales, donde cada uno es proveedor y destinatario de información al mismo tiempo. Dans nos avisa de que estamos abandonando a toda pastilla el mundo de ayer, caracterizado por la masificación y la comunicación unidireccional y controlada (un político que arenga desde el escenario, un profesor que da su clase magistral desde la tarima, un periodista que nos sirve las noticias desde un plató de televisión…), y adoptando uno más personal, líquido, ubicuo y complejo que está poniendo en cuestión todos los esquemas mentales. 

En su ánimo por difundir la cultura digital, Dans derriba algún cliché, herencia del mundo analógico. A los padres les aconseja no imponer a sus hijos prohibiciones con el ordenador o filtros de control, sino enseñarles a caminar por el ciberespacio, algo ya tan básico como saber moverse por la calle. A los renuentes a adoptar las nuevas tecnologías les invita a lanzarse sin complejos, a hacerse con un portátil desde ya y crear un blog, comprar por Internet o entrar a formar parte de una red social. Los beneficios serán infinitos y los problemas, en contra de la imagen que difunden los medios, muy escasos.

El autor de Todo va a cambiar advierte de que en la red, donde de una u otra forma tendremos o deberemos estar, se impone una economía de la atención que premiará al que más miradas concite y sepa, posteriormente, transformar ese protagonismo en negocio. El no entenderlo es lo que está llevando a ciertas industrias a planteamientos insostenibles. Como nos tiene habituados en su blog, Dans no ahorra palos contra los gestores culturales y la industria de la música y el cine, empeñados en mantener el modus operandi de los últimos cuarenta años, basado en la venta de CD. En este punto cabe hacer alguna objeción al autor, que se deja llevar por el apasionamiento cuando asegura que el coste del canon digital supone el traspaso de miles de millones de euros desde los bolsillos de los usuarios a los autores, cuando en realidad son unos 100 millones al año, como reconocen las patronales del sector y declaran las propias entidades de gestión.

Por último, cabe reprochar también a Enrique Dans un cierto maniqueísmo a la hora de analizar las trayectorias de Microsoft y Google. Por que ni el primero es el origen de los siete males ni el buscador, una empresa que empieza a ser investigada por las autoridades antimonopolio y que tendrá que ser muy cauta con el uso de la información de los usuarios que atesora, la gran panacea universal. Dans, que califica a Microsoft como un caso paradigmático de “falta de adaptación”, no tiene en cuenta que los intereses de esta compañía van mucho más allá de Windows y Office y hoy está presente en casi todos los ámbitos de la gestión de la información en las empresas. Además, también soslaya el hecho de que Microsoft ahora mismo está construyendo centros de datos en todo el mundo para ofrecer servicios desde la nube de Internet, siguiendo el modelo de la propia Google, de Amazon o de IBM. En fin, ni tanto ni tan calvo.


Todo va a cambiar
Tecnología y evolución: adaptarse o desaparecer
Enrique Dans
Editorial Deusto
Barcelona, 2010
277 páginas
19,95 euros