A propósito de Homicidio, un año en las
calles de la muerte
David Simon abandonó el
mundo de los diarios mucho antes de que apareciera la crisis última que se ha
llevado por delante cientos de cabeceras en Estados Unidos y ha dejado este
sector de los media al borde del abismo. Lo hizo para empezar una brillante
carrera en la televisión como escritor y productor de series como The Corner,
la excepcional The Wire o Treme, que va por su tercera temporada y donde un
Nueva Orleans arrasado por el Katrina es protagonista colectivo.
Sin embargo, Simon apuró
sus 13 años en la redacción del Baltimore Sun y mucho de lo que vio en la
sección de local del periódico luego le valió para sus libros y series. Durante
1988, tuvo la oportunidad de “incrustarse” en la unidad de Homicidios de la
policía de Baltimore, una ciudad de mayoría negra y con unos índices de
violencia escalofriantes. Durante doce meses fue un “embedded journalist”, aunque
para ello no tuviera que viajar a ningún país en guerra, puesto que el infierno
estaba a la puerta de su casa.
Homicidio, un año en las calles de la muerte es un extenso y generoso reportaje periodístico (700 páginas)
donde Simon anota la vida y la peripecia de los agentes del cuerpo de homicidios
al mismo tiempo que tiene lugar. El libro nos lleva a los escenarios de
infinidad de crímenes, a las frías salas de interrogatorios donde los agentes
intentan sacar infructuosamente una confesión, a la morgue donde un forense
descompone un cuerpo en busca de un indicio para sacar adelante la
investigación e incluso al bar de irlandeses donde los investigadores ahogan
sus penas e incertidumbres en alcohol.
También nos pone al
corriente de la burocracia policial, de los intereses (políticos) que llevan a
que ciertos casos se investiguen con una dotación inusual de medios y otros se
guarden en un cajón antes de tiempo, y muestra porqué hace agua un sistema judicial
basado en el jurado popular. Todo visto y oído. Como en un buen reportaje,
Simon da mucha información relevante (los sagrados facts), esperando que sea el lector el que comprenda
y saque sus conclusiones. Solo a la hora de elaborar los perfiles psicológicos de
los agentes se permite Simon ciertas licencias literarias, aunque el autor
confiesa al final del volumen que incluso para ellos intentó cotejar sus
impresiones con las de los protagonistas. Siempre el periodismo.
Homicidio no responde a
los clichés del género policíaco de siempre ni tiene nada que ver con esa fría
sofisticación de series como CSI. Homicidio está poblado de policías que
trabajan hasta el agotamiento, que padecen de hipertensión y están mal
alimentados. Policías que siempre están mendigando por una hora extra que les
ayude a adecentar sus mediocres salarios. Los protagonistas de Homicidio son
agentes experimentados, pero dubitativos, contradictorios y que muchas veces acaban
obsesionados con el caso que tienen entre manos.
Como en The Wire, Simon
atrapa un trozo de la vida de la ciudad mientras tiene lugar, y no le resta un
ápice de complejidad. No simplifica esa realidad que ve para que quede
resultona y digerible para lectores de amplio espectro. La célebre frase “quese joda el lector medio”, que pronunció el propio Simon a propósito de The
Wire, también preside el proceso de elaboración de Homicidio.
Homicidio es un libro
sincero, sin edulcorantes ni atajos, que contrasta con lo que se hace en
España. No hay más que pensar en esas series (y en ciertos libros) sobre políticos,
periodistas, policías, abogados o médicos que, por asegurarse un retorno de la
inversión, se mueven en la superficie y dotan a las tramas, siempre convenientemente
acabadas, de las dosis justas de espectáculo, romance e incorrección política.
Se habla mucho de la edad
de oro de la ficción televisiva, de una tele que tiene ahora a los mejores
guionistas y a los actores. Sin embargo, tengo la impresión de que, en el fondo,
y a pesar de tanta sofisticación y buena factura, las series nos siguen
pintando la vida a brochazos.
¿Por qué desde el
periodismo no se está dando una respuesta a todos esos ciudadanos confundidos
con la retórica que los poderes pregonan a través de esos mismos medios? Necesitamos
a más creadores como David Simon, que nos cuenta con un relato veraz, sin
trampas y que no elude complejidades, qué pasa en el país de la marginación, la
droga y la segregación racial. Necesitamos a más periodistas bien informados y
sinceros que hagan el relato de nuestra sociedad, que nos digan qué pasa y cómo
se trabaja de verdad en los pasillos del poder, en los hospitales, en las
escuelas, en los mercados financieros (tan importantes hoy en día como desconocidos),
en las cárceles, en los cuarteles o en los medios de comunicación.
Estoy convencido de que,
de esta manera, afrontaríamos de forma más desapasionada y cabal tantos debates
que la crisis económica y los medios de comunicación llevan al ciudadano común
todos los días. Curiosamente, Simon, que creció emulando a Carl Berstein y Bob
Woodward, los redactores que destaparon el caso Watergate, ha acabado desengañado
con el paso de los años y afirmando que el periodismo no tiene ningún poder
para cambiar la sociedad. Sin embargo, el ejemplo de Homicidio debería cundir.
Es una pena que la
traducción y la edición en español del libro (de la editorial Principal de losLibros) no estén a la altura. Hay demasiadas erratas y algunos pasajes son algo
confusos. Estaría bien que en futuras ediciones la editorial subsanara estos
problemas.
Homicidio, un año en las calles de la muerte
David Simon
Editorial Principal de los Libros
700 páginas
28,50 euros