A propósito de Muerte en verano, de John Banville/Benjamin Black
Mariano Oliveros
El irlandés John Banville es uno de los más famosos escritores actuales en lengua inglesa. Mimado por la crítica y muy popular en Gran Bretaña, John Banville dispone de unos recursos literarios excepcionales, no hay ninguna duda. Su prosa resulta siempre elegante, aguda y precisa, y sus metáforas son muchas veces sorprendentes, por originales y atrevidas. Por otro lado, controla magistralmente los tiempos y las escenas y, mediante un gran amor por el detalle, consigue que los cabos estén siempre bien atados, nunca permite que sus personajes se le desmanden.
El irlandés John Banville es uno de los más famosos escritores actuales en lengua inglesa. Mimado por la crítica y muy popular en Gran Bretaña, John Banville dispone de unos recursos literarios excepcionales, no hay ninguna duda. Su prosa resulta siempre elegante, aguda y precisa, y sus metáforas son muchas veces sorprendentes, por originales y atrevidas. Por otro lado, controla magistralmente los tiempos y las escenas y, mediante un gran amor por el detalle, consigue que los cabos estén siempre bien atados, nunca permite que sus personajes se le desmanden.
Puede que esta última “virtud” sea, al cabo, el defecto que me
aleja de sus obras, que encuentro frías. Las pasiones que aparentemente devoran
a los protagonistas no me llegan, me parecen impostadas y falsas. La bien
armada estructura literaria de las obras de Banville, al fin, no consigue
reconciliarme con su falta de empatía, con su alejamiento de lo que escribe.
Ni en su versión más “seria”, la del El
mar o Los infinitos, ni en el lado más oscuro y liviano
que suscribe su alter ego,
el Benjamin Black de El
Secreto de Christine o En busca de April, logra
conmoverme…
John Banville/Benjamin Black nos ofrece, en la última
entrega de las andanzas del dipsómano Quirke, lo más puro de su interpretación
del género policíaco para bien y para mal. La trama de Muerte
en verano (editorial Alfaguara) discurre en buena
medida por caminos muy conocidos. El aparente suicidio de un millonario, las
sospechas que, sabiamente, deja el autor sobre su entorno personal, las dudas e
investigaciones del investigador aficionado Quirke, nos resultan muy
familiares. Sólo poco a poco percibimos que no se trata de una novela negra
canónica, sino, como es costumbre en Benjamin Black, más bien una suerte de
juego literario perfeccionista sobre la base del modelo del género.
En esta ocasión, el estilo depurado del autor resulta
especialmente acertado y las páginas se devoran sin esfuerzo, en busca de la
solución del misterio y del resultado de los devaneos del protagonista. Sin
embargo, en un determinado momento el hilo argumental que nos guiaba se acaba
si pena ni gloria y la novela se dirige a su conclusión sin que logremos
recuperar el interés, pecado capital no ya en el género que recrea sino en cualquier
obra literaria.
No creo en las reglas de la novela negra, o, más bien, creo que
están para romperlas, retorcerlas o burlarse de ellas por cuanto cada obra
literaria sólo se atiene a su propia lógica interna, de forma que su resultado
estético es lo único que importa. En ese sentido, al extrañamiento que, como
siempre, me trasmiten los personajes de las historias de Banville, se añade el
que no me gusta cómo está resuelta la trama de Muerte en verano, me produce un
sentimiento de estafa intelectual que arruina todo el conjunto y no tanto
porque se aleje del canon sino porque es incoherente con el desarrollo
argumental.
En suma, Muerte en verano es un entretenido
divertimento durante muchas páginas y, a la postre, una novela fallida, aunque,
como siempre en Banville, los párrafos que la componen estén muy bien escritos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario