El boca a boca de los lectores, la crítica y los premios han
coincidido en señalar a Javier Cercas como uno de esos autores a los que hay
que estar atentos. Por eso, la llegada a las librerías de Las Leyes de la
frontera, su última novela, supone una buena noticia para muchos. Aunque no
consigue mover tantos resortes en el interior de la mente del lector como
lograron Soldados de Salamina y Anatomía de un instante, Cercas vuelve asorprender, y eso a pesar de que el texto mantiene y juega con algunas de las
señas de identidad que caracterizan su obra literaria, como la particular
vinculación que surge entre narrador y autor, su interés por los héroes (sean
del tipo que sean) o el poso de incertidumbres que siembra a lo largo de las
páginas para que cada lector tenga la oportunidad de hacer su propia
interpretación de lo expuesto.
Frente a la identificación instantánea que surgía entre Cercas y el narrador al leer las primeras frases de sus obras anteriores (“Ahora llevo una vida falsa, una vida apócrifa y clandestina e invisible aunque más verdadera que si fuera verdad, pero yo todavía era yo cuando conocí a Rodney Falk...”, empezaba, por ejemplo, la menos conocida La velocidad de la luz), lo primero que llama la atención al comenzar ésta es que somos testigos de una conversación.
Así, la narración en primera persona a la que nos tenía acostumbrados da paso al diálogo puro, en concreto, a la trascripción de distintos encuentros que un escritor entabla con tres personajes diferentes, que le irán brindando información sobre un famoso delincuente de los años 70-80 sobre el que le han pedido que escriba un libro. Para ello, se entrevistará con un antiguo miembro de su banda, el Gafitas, que décadas después, ya convertido en abogado, le defenderá; con uno de los policías que lo arrestó; y con el director de una de las prisiones en las que estuvo recluido.
Resulta inevitable asociar a Cercas con ese autor anónimo que va haciendo preguntas y tirando del hilo para reconstruir la historia de Antonio Gamallo, alias el Zarco, descrito como
“el quinqui y el drogadicto oficial de este país”, pero ocurre un tanto de lo mismo con Ignacio Cañas, ese charnego de clase media que durante tres meses cruza la frontera debido a su interés por una muchacha y se convierte en el Gafitas, un miembro más de la banda y, por su peso, el verdadero protagonista de la novela.
Será su breve compañero de atracos en 1978 y, dos décadas después, se hará cargo de su defensa. De hecho, el propio Cercas cuenta que parte del origen de este libro surge de la necesidad de entender por qué mucha gente de su generación tuvo un final trágico a causa de las drogas y él no lo tuvo.
Reconoce en los quinquis otro punto de partida; esos delincuentes que aparecieron durante la transición y que, según Cercas, “fascinaban y aterrorizaban”. Teniendo como referencia al Vaquilla, en el libro se cuenta como un quinqui de barrio es convertido por los medios de comunicación en una leyenda. El Zarco pasa 25 años entre la cárcel o en busca y captura, y es acusado de 600 delitos, pero, a pesar de todo ello, los medios le convierten en el gran delincuente arrepentido e intentan redimir su figura para que salga de la cárcel.
Vuelve a ser un héroe con aristas y posiblemente cuestionado por muchos (y sobre todo por el propio Cercas). Un personaje como el miliciano anónimo que no disparó a Sánchez Mazas en Soldados de Salamina o los tres diputados (éstos menos anónimos) que no se tiraron al suelo aquel aciago 23 de febrero, pero, en definitiva, el único tipo que parece interesarle al autor.
Y el tercer vínculo que permite reconocer a Cercas en esta nueva novela son esos “ángulos oscuros, puntos ciegos, ambiguedades esenciales”, según sus palabras, que hacen necesario que el lector ponga algo de él, ya que debe “interpretar la partitura que fabrica el escritor”, para crear su propia novela, esa que tal vez difiera de la leída por su mejor amigo, que verá en el gesto de un personaje algo distinto a lo visto por aquel. Eso sí, tanto uno como otro disfrutarán de un texto concebido como un gran puzle, muy rico en lecturas, original en el planteamiento, pero que resulta muy difícil que cautive tanto y a tantos como sus libros más logrados, quizás porque la Guerra Civil y el golpe de estado del 81 consiguen todavía conmovernos o porque él, sin duda, lo consiguió.
Las leyes de la frontera
Las leyes de la frontera
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