Mariano Oliveros
La literatura china se ha puesto de moda, como demuestra la
concesión del Premio Nobel al “convincente y mordaz”, aunque polémico, Mo Yan.
La indudable calidad de muchas de las obras que los escritores nacidos en China
vienen ofreciendo al gran público ha atraído la atención sobre un país hasta no
hace mucho tenido como poco más que una gigantesca fábrica de productos a bajo
coste. La prolífica escritora Geling Yan, nacionalizada estadounidense pero
nacida en Shanghái, donde residió y desarrolló su carrera hasta los treinta
años, ha ganado especial fama, en parte debida al éxito de la película de Zhang
Yimou basada en su novela Las flores de la guerra.
La lectura de Las flores de
la guerra (editorial Alfaguara) me dejó un sabor agridulce. Por un lado, me gustó mucho el
oficio de la autora. El estilo de la novela es directo y vigoroso, y tanto su
eficaz estructura como la sencilla construcción de los personajes, dibujados en
pocos pero contundentes trazos, le otorgan gran solidez.
Además, el contexto escogido (las
desgracias de la guerra durante la histórica Masacre de Nanking) y los
grandes temas que toca la novela (la lealtad y la amistad viril, las relaciones
amorosas y sexuales en las sociedades jerárquicas y rígidas, los efectos
tóxicos de los prejuicios) demuestran la ambición literaria de su autora.
Sin embargo, Las flores de la
guerra se queda a medio camino de ser una obra redonda. La trama se vuelve en
ocasiones incoherente, ya que retrocede a hechos ya narrados sin aparente razón
argumental y, en consecuencia, la descripción de los hechos se enreda sin
aportar más luz. El desarrollo de las relaciones entre los personajes es a
veces inconexo, por demasiado esquemático, con lo que se pierde el potencial
que ofrecían para un más profundo juego psicológico y mayores honduras.
Por el contrario, La novena viuda (también en Alfaguara), galardonada con numerosos premios, es una obra
deslumbrante, ambiciosa, bien narrada y bien resuelta. La afiladísima ironía
que Mo Yan emplea en La vida y la muerte me están desgastando, delirante y
onírica descripción de la historia contemporánea de China y su Revolución
Cultural, tiene en La novena viuda un contrapunto realista muy eficaz.
La lúcida y tenaz Wang Putao, la protagonista, vive en una pequeña aldea donde la guerra y la Revolución
Cultural vienen a trastocar todos los valores
existentes. Putao no entiende nada de lo que pasa a su
alrededor, aunque a la postre resulte ser la única persona sensata en el
absurdo y dramático entorno creado por los nuevos revolucionarios que
ocupan su pueblo tras la guerra contra Japón. Geling Yan sabe bien de qué habla
por cuanto formó parte, cuando era muy joven, como el propio Mo Yan, del
Ejército Popular Chino de Liberación.
Los excesos de los uniformados
guardianes de la Revolución, el discurso místico de los nuevos conversos a la
fe del comunismo y las absurdas medidas de intervención social y de propaganda
que controlan la vida de todo el mundo, no afectan al sereno talante de Putao,
empeñada en ser fiel únicamente a sí misma, sin vender su alma al diablo. La
novela, al cabo, constituye una lúcida reflexión sobre la desigual relación
entre los sencillos impulsos que dirigen la vida cotidiana de la gente común y
los grandes movimientos políticos y sociales que se lo llevan todo por delante
sin contar con los ciudadanos.
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