Cuando acaba la última película de Terrence Malick y uno no
tiene más remedio que dejar el confort de la sala oscura para salir a la calle, las imágenes
hipnóticas y machaconas de To the wonder le llevan en volandas. Soy de los que
no se han hartado del poético (y tardío) estilo de hacer cine de Malick, que
vuelve a la carga con este poema visual sobre el amor, la felicidad y la fe.
To the wonder, como antes pasó con El árbol de la vida, solo
se empieza a apreciar una vez acabada la proyección. El torrente de imágenes y
música con que Malick inunda la pantalla permanece en la mente del espectador
hasta mucho tiempo después, cuando ya solo es un eco y un hilito de sensaciones
imprecisas. To the wonder crece en la cabeza cuando el atrevimiento de sus
creadores no puede defenderla.
Creo que Malick es uno de los pocos que hoy se atreve con
aquel “estilo trascendental” que teorizó en su mítico librito de principios de
los setenta Paul Schrader, donde reivindicaba la mirada despojada de Ozu,
Bresson o Dreyer. Malick -como prescribía
Schrader- pone en imágenes el misterio de la existencia sin recurrir a una
interpretación convencional.
Renuncia, como aquellos maestros, a los artificios
del cine de siempre, a las elaboradas puestas en escena, a una marcada
caracterización o a verbalizar gracias a trabajados diálogos un drama que apenas intuimos en la pantalla. En cada
fotograma, y sin asideros, de forma improvisada, To the wonder intenta apresar esa vida que se nos
escapa por entre los dedos, como lágrimas en un día de lluvia.
La vida aparece en las películas de Malick a través de los elementos
más inexpresivos. Sin ir más lejos, Ben Affleck, pieza central de ese triángulo
de amores contrariados y difusos que sostiene la película, asiste mudo al torbellino emocional que se
desata a su alrededor. Nosotros vemos el mundo a través de los ojos de un
hombre mudo y perplejo. Son los otros y las cosas –el agua, las mareas, la
tierra, los caballos, los bisontes, los trigales…-, los que marcan el ritmo y
se convierten en un descubrimiento permanente para la cámara de Malick. Como en
El árbol de la vida, la mirada de
Malick es abrumadoramente compasiva y panteísta.
Para expresar lo inefable –la esencia del amor en la joven
pareja o la presencia de Dios en la adversidad y en la pobreza en ese cura católico
con aire ausente que interpreta Bardem- Malick recurre a una catarata de
imágenes y músicas que llegan de todos sitios, punteadas por voces en off que apenas
distinguimos, como susurros, casi incomprensibles y entrecortados. Todo pasa y
deja de pasar al mismo tiempo.
Las elipsis son primorosas. Uno no deja de preguntarse qué
habrá sido de la bella Jane (Rachel
McAdams) cuando su relación con Neil (Affleck), antiguo compañero de juegos,
queda repentinamente en suspenso por la aparición de Marina (Olga Kurylenko),
que se traslada de la bulliciosa París a la tranquila y suburbial Oklahoma para
irrumpir por segunda vez en la vida de Neil.
To the wonder se parece mucho a
El árbol de la vida. Y quizá no esté tan lograda, pero sigue siendo una
película sobrecogedora sobre el reverso de la felicidad. Es una muestra de cine
a contracorriente y libérrimo (los actores improvisan muchas veces y nadie está
libre de quedar fuera de una película de Malick tras el paso por la sala de
montaje) que nos habla también de las posibilidades inexploradas de un arte, el
del cine, sepultado por toneladas de obras de género, clichés e imágenes prefabricadas en los laboratorios
de las agencias de publicidad.
. COMO DESARROLLAR INTELIGENCIA ESPIRITUAL
ResponderEliminarEN LA CONDUCCION DIARIA
Cada señalización luminosa es un acto de conciencia
Ejemplo:
Ceder el paso a un peatón.
Ceder el paso a un vehículo en su incorporación.
Poner un intermitente
Cada vez que cedes el paso a un peatón
o persona en la conducción estas haciendo un acto de conciencia.
Imagina los que te pierdes en cada trayecto del día.
Trabaja tu inteligencia para desarrollar conciencia.
Atentamente:
Joaquin Gorreta 55 años