A propósito de la lectura de 'Ángeles y demonios', de Dan Brown
Me dispongo a cometer
una herejía dentro del blog de Juan Cabrera, y de paso a contribuir a llenarlo
de perplejidad, haciendo honor a su título. Me siento como un profanador de una
cueva sagrada de la cultura; un truhán indocumentado que con alevosía y nocturnidad
perpetra un crimen de lesa literatura.
Pero déjenme que me
defienda. No me manden a la hoguera sin escuchar mis argumentos, aunque muchos
calificarán de peregrinos y propios de una mente ¿perturbada?, ¿mezquina?,
¿ignorante? Salgo a la palestra, a pecho descubierto y sin el sujetador de los
prejuicios. Me importa un bledo si me gano el abucheo general; yo no me gano la
vida con ello, aunque todos los días leo y corrijo textos. Algo que ha
conseguido erosionar mi pasión por la lectura, que ha construido un callo en mi
alma de tal manera que me cuesta disfrutar con un buen libro.
De hecho, me siento
desesperanzado y frustrado. Sólo autores como García Márquez o Quevedo
consiguen reconciliarme con las letras. Tras leerme en julio La Celestina, por
momentos reviví, sumergiéndome en un proceloso mundo de sabiduría popular, si
bien mis neuronas acabaron maltrechas tratando de desentrañar un castellano
renacentista, pétreo y ácido.
Cerré la excelsa obra,
exhausto y con agujetas cerebrales, llorando la muerte de la alcahueta y con la
promesa de volver a abordar tan apasionante historia en mejores condiciones.
Acto seguido, necesitaba un placebo, expulsar de mis venas ese chute de
adrenalina clásica.
Miré mi exigua
biblioteca, y en un rincón, junto al Código Da Vinci, desafiante, lo vi. El
primer libro de Dan Brown, la precuela de todos los Landongs -Angeles y
Demonios- lucía su lomo con lascivia. Entiéndanme. Hacía un calor espantoso que
me enajenaba. Y pequé ávido de placer, en busca de un orgasmo definitivo para
mis vacaciones estivales.
Lo arrebaté del estante
con violencia y me sumergí en sus páginas, como en una piscina multicolor que
me prometía horas de emoción y aventuras. Quienes hayan disfrutado leyendo El
código (si se atreven a confesarlo en público) entenderán mis expectativas y mi
debilidad. Una hamburguesa. Una puta hamburguesa con mostaza, pepinillo, queso
fundido y bacon.
Porque Dan Brown es un
mago configurando aventuras y hamburguesas. Con carne que parece de verdad y si
no lo es, me importa un carajo. No pienso decírselo a Carlos Arguiñano, no creo
que la literatura destile de sus recetas culinarias. Pero Brown logra cautivar
al lector, sabe embaucarlo y trasladarlo a un mundo ¿ficticio? barnizado de
¿conocimiento? y de ¿realidades? que lo meten en su bolsillo mágico.
Un bolsillo donde lo
mismo resucita una secta mítica (Illuminati), recrea a un assasin que llena la
novela de estupor y misterio, transgrede los principios de la física (el CERN y
la bomba antimateria), ilustra sobre el cónclave papal o traza una vía láctea
clandestina dentro de Roma con Galileo y Bernini como principales resistentes
en el combate entre la ciencia y la religión. Y devorando esas infames páginas,
uno siente deseos perentorios de conocer aquellas historias de la historia que
nunca nos contaron, y que mueven los hilos de todas las conspiraciones.
El argumento de la
novela está pormenorizado en la siguiente dirección, lo cual me ahorra más
explicaciones: http://es.wikipedia.org/wiki/%C3%81ngeles_y_demonios_(novela).
Los más perezosos pueden
optar por la película dirigida en 2009 por Ron Howard y protagonizada por Tom
Hanks y Ayelet Zurer, que está muy conseguida. Remato mi crimen. Invito a leer
este libro, que también tiene sus excesos (el protagonista tiene más vidas que
Tintín), con un final delirante y muy americano. Pero lo dicho, cuando sales de
comer una buena hamburguesa, sientes rabia y deseo de buscar un buen confesor
que sea capaz de redimirte de tu pecado. Pero pecar a gusto debería desgravar
ante las autoridades morales. Que Juan Cabrera disculpe mis faltas y sea
comprensivo con la debilidad humana. Errare humanum est.
¡Pecador! ¡arrepiéntete!. Para redimirte, como justa penitencia, deberás leer "Contraluz" en un máximo de 10 noches y hacer un resumen.
ResponderEliminarDurante todo el verano, he estado tentada a comerme esa hamburguesa doble con queso de Inferno, pero cada día me decía que tenía que ser fuerte, que debía resistir... He pasado un verano de mierda, reprimida y aburrida con hamburguesas más complicadas de digerir. Y todo para nada, porque ahora sé que, cuando la vea en el burguer público de mi barrio, no podré resistir la tentación y me lanzaré a darla un buen mordisco. ¿Errare humanum est?
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