A propósito de Capital, de John Lanchaster
El
lugar donde se desarrolla Capital, Pepys Road, luce en Google
Earth como una de esas calles típicas llenas de casas bajas adosadas de la
época victoriana, con su parcelita ajardinada, que ocupan buena parte de
Inglaterra. El polifacético periodista y novelista británico John Lanchester
nos cuenta en el prólogo de su novela que Pepys Road fue pensada en su origen,
a finales del siglo XIX, como un área residencial en el sur de Londres para
personas de clase media baja que no se podían permitir nada mejor.
En los años
90 y principios del milenio la calle se convirtió en uno más de entre los
lugares del mundo atacados por la fiebre especuladora que hizo creer a todo
propietario que poseía un tesoro en vez de un montón de ladrillos. En la nueva
Gran Bretaña de ganadores y perdedores, nos cuenta Lanchester, “quienes vivían
en la calle, sólo por vivir allí, habían ganado”.
El
título de Capital (editorial Anagrama) no es casual, ya que juega con el doble sentido,
eficaz tanto en inglés como en castellano, que nos evoca el Londres financiero
y el cosmopolita. Lanchester no sólo es un enamorado de Londres sino que conoce
perfectamente los entresijos de la economía de casino que domina la City (y el
mundo), como demostró en “¡Huy!
Por qué todo el mundo debe a todo el mundo y nadie puede pagar”, uno
de los populares libros que desentrañan las causas de la crisis.
Aunque
la Pepys Road real no sea exactamente la descrita por Lanchester,
sirve como perfecto paisaje para enmarcar las vidas de un puñado de familias
representativas, casi estereotípicas, de la nueva Inglaterra de la
globalización. Capital transcurre entre diciembre de 2007 y noviembre de
2008, y utiliza tal contexto, el de los primeros tiempos del colapso financiero
mundial, y algunos de los modelos de especulación más típicos (el fútbol, las
casas, la City, el arte…) como fondo escénico. Los protagonistas principales
están obsesionados por el dinero y lo material.
El
tiburón de la City y su caprichosa esposa, siempre pendientes de la
revalorización de su exclusiva residencia, la joven niñera húngara en busca de
un futuro mejor, la familia de inmigrantes paquistaníes que brega día y noche
en su tiendita de oportunidad, el obrero polaco que se gana la vida haciendo
chapuzas para los ricos, el joven futbolista prodigio senegalés y su vigilante
padre, la refugiada zimbabuense subempleada en el control de los parquímetros,
el artista excéntrico especializado en la provocación y las performances,
viven, o trabajan, y sueñan con hacerse ricos en Pepys Road, sin que en
realidad se traten mutuamente más allá de lo estrictamente indispensable para
sus fines prácticos o comerciales. La única residente que ha vivido toda su
vida en Pepys Road, ya anciana y muy enferma, parece destinada a desaparecer en
un plazo breve…
La
estructura de la novela, como la propia vida en el gran Londres, está fragmentada
en pequeños y efectistas capítulos protagonizados por los distintos personajes separadamente.
Cada hilo argumental es independiente de los demás y todos se van
entremezclando, sin tocarse, para construir una especie de álbum narrativo.
Lanchester, cual entomólogo, no penetra realmente en los caracteres de los
protagonistas, sino que los observa desde cierta distancia, mientras describe,
a través de sus actos, sus vidas y sus pensamientos más evidentes, la
variopinta mezcolanza de la sociedad londinense y su futilidad. Una fina
ironía, muy británica, impregna todo el relato, que muestra, sin crítica
manifiesta aunque sí implícita, la voracidad de los grupos sociales que
provocaron la crisis financiera.
Capital refleja fielmente el carácter de la líquida sociedad inglesa (y europea)
actual, multirracial y heterogénea, materialista, frívola, inestable, poco
comprometida y superficial. La propia novela es un producto típico de nuestros
tiempos, amena, fácil de leer, ligera e interesante, aunque a la postre tan
intrascendente como el suceso con el que comienza la narración (que promete en
su inicio mucha más profundidad de la que finalmente ofrece).
Con
ello no quiero decir que Capital sea un mal libro, por el
contrario, está perfectamente concebido y escrito por el inteligente
Lanchester, que ha conseguido un atractivo paquete literario compuesto por
pequeños envoltorios rellenos de sabrosas historietas londinenses para degustar
en cortos recorridos de metro (doy fe). Una novela tan contemporánea como el
London Eye...
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