Los años de peregrinación del chico sin color,
de Haruki Murakami
A Haruki Murakami le precede cierta fama de
“escritor raro”. Así, cuando intentas recomendar esta pequeña joya entre amigos
o familiares, es frecuente encontrar a alguno que enumere lecturas previas de
este autor para excusarse y no atender la recomendación.
Al intentar descubrir de dónde proviene el rechazo,
es probable que unos lo achaquen a su prosa, que a veces se atraganta, no por
difícil, sino por la afición de Murakami a las ensoñaciones y a la mezcla de realidad e irrealidad.
También tiene que ver esa fobia con el tono sombrío
y los ejes temáticos que vertebran su obra. Cuando lo que vende es la
literatura de evasión, es complicado que el suicidio, la soledad o la
alienación que acompañan como una sombra a sus personajes, consigan la atención
perpetua e incondicional de los lectores.
En Los años de peregrinación del chico sin color, el escritor japonés bucea en aguas conocidas. No hay nada más
que leer la primera frase para comprobarlo: “Desde el mes de julio del segundo
curso de carrera hasta enero del año siguiente, Tsukuru Tazaki vivió pensando
en morir”.
No obstante, si le dan una oportunidad, se
encontrarán ante una novela introspectiva, pero también entretenida, bien
narrada y con un protagonista que revolverá muchas cosas dentro de ellos. Ese protagonista es Tsukuru, un ingeniero de 36
años que se dedica a diseñar y construir estaciones de tren en Tokio. Tiempo
atrás, cuando tenía 19 años, pensó en acabar con su vida. “La razón por la que
la muerte atrajo hacia sí con tanta fuerza a Tsukuru Tazaki estaba clara: un
buen día, sus cuatro mejores amigos, con los que tantas cosas había compartido,
le comunicaron que no querían volver a verlo, y tampoco hablar con él”, escribe
Murakami.
17 años después, siguiendo el consejo de una amiga,
emprenderá el camino de vuelta hacia su ciudad natal, Nagoya, para intentar
hablar con los cuatro y hallar las razones de una separación que le ha marcado
y atormentado durante toda su vida. “Me volví una persona diferente en varios
sentidos (…). Creo que me convertí en un tipo anodino y aburrido”.
Aunque en algunos momentos los pasos que va dando
Tsukuru para descubrir la verdad pueden darle un aire de recuerdan a una novela
de misterio, Murakami está más interesado en trazar un retrato psicológico del
protagonista. ¿Arrastra algún problema a raíz del rechazo de sus amigos? ¿Por
qué no quiso saber la verdad? ¿Cómo reaccionará cuando lo sepa? Son algunas de
las preguntas que irán surgiendo en sus páginas.
El lector que se atreva a acompañar a Tsukuru en
este viaje, que le trasladará al pasado, a analizar sus sueños, su amistad
posterior con Haida o sus noviazgos, averiguará que lo importante no será
descubrir la razón que les llevó a acabar con toda relación, sino emprender el
camino junto a un personaje trazado a la perfección, con sus miedos, anhelos y
virtudes.
Y es que Tsukuru es el alma mater de esta pequeña
joya, que, aunque lleve el sello inconfundible de su autor tanto en la forma
como en el contenido, o en su gusto por proporcionarle al texto un hilo musical
que suene de fondo (en este caso Le mal du pays, de Liszt), no defraudará a sus
incondicionales, pero tampoco a los que le lean por primera vez, ni aquellos
que les daba miedo volver a intentarlo.
me ha gustado mucho el comentario, sólo me queda emprender la aventura de leer este libro, y sumergirme en el mundo psicológico de sus personajes y de paso en el mío mismo.
ResponderEliminarGracias
Julio Fernández