A propósito de 'El impostor', de Javier Cercas
Siempre me fascinaron las historias de
farsantes, quizá porque yo no sería capaz de mantener una impostura más de
cinco minutos sin ser descubierto. O eso creo. Cada cierto tiempo, me pongo El extraño, de Orson Welles, una de sus películas menos personales. En la
película, el propio Welles interpreta a Frank
Kindler, jefazo del nazismo, que después de la guerra huye sin dejar rastro de
Alemania y recala en un pequeño pueblo de Connecticut.
Allí se gana la confianza de los lugareños a base de exhibir unos modales
exquisitos, al tiempo que se enamora de la bella hija del juez y dedica el
tiempo a una de sus grandes pasiones, los relojes antiguos. Todo va bien hasta que
llega al pueblo el agente Wilson,
interpretado por Edward G. Robinson, de la comisión de crímenes de guerra, que
anda buscando a un amigo de Kindler.
Como en Soldados de Salamina, Cercas
vuelve a escribir una novela redonda tomando como eje varios episodios oscuros del
pasado y haciendo avanzar la trama conforme lo hace su indagación: autobiográfica, detectivesca
e histórica al tiempo. El caso Marco tuvo transcendencia en Cataluña, en España
y en el extranjero. Ocurrió a principios de 2005. Por esas fechas, un oscuro
historiador llamado Benito Bermejo descubrió el engaño de Enric Marco. Marco no
era quién decía ser. No había estado en ningún campo de concentración durante
la Segunda Guerra Mundial. Tan sólo pasó por una cárcel alemana por irse de la
lengua cuando se ganaba la vida como mecánico en una fábrica que servía a los propios
nazis.
El caso trascendió porque Marco no era
un cualquiera. Se había convertido en una estrella mediática al calor de
recuperación de la llamada memoria histórica. Marco era la representación ante
la sociedad de los supervivientes del exterminio nazi en España, la voz
ardorosa y seductora que los humillados habían elegido para dar cuenta de la
barbarie y para que nadie, en el futuro, volviera a alimentar a la bestia. Pero
Marco los engañó a todos: a sus compañeros de las asociaciones de deportados, a
los periodistas que siempre estaban dispuestos a entrevistarle, seducidos por
su cháchara novelesca y por su capacidad para dar sabrosos titulares, e incluso
a las más altas instituciones, pues se le impuso la Cruz de Sant Jordi, máxima distinción civil en Cataluña, llegó a hablar en el Congresos de los Diputadossobre su paso por las campos del horror, y estuvo a punto de hacerlo en un gran
homenaje internacional en Mauthausen, en presencia del presidente Zapatero.
La historia de Enric Marco es la
historia de un impecable y compulsivo farsante, que no sólo logró engañar a los
ancianos supervivientes del Holocausto, sino también a los jóvenes anarquistas
que refundaron con la vuelta de la democracia a España la histórica CNT, que lo
consideraron el eslabón perdido entre el legendario Durruti y la modernidad. El
torrencial y enérgico Enric Marco construyó su gran mentira, la historia de su
vida, con ardides de novelista: a base de medias verdades, de mezclar hechos
ciertos con otros completamente falsos logró darle verosimilitud a una
existencia que cualquier investigación histórica habría puesto en duda mucho
antes.
A desenmascarar a Marco se aplica Cercas
en El impostor. En 400 páginas que se leen con creciente fascinación, Cercas da
cuenta de sus encuentros durante meses con el propio Marco y de sus
indagaciones para desarticular las muchas mentiras en que Marco se instaló para
vivir confortablemente y querido por los demás. Como en Soldados de Salamina, la trama
histórico-novelesca se ensancha con episodios autobiográficos que nos hablan de
las dudas del escritor y con otros en los que, a modo de ensayo literario, le
sirven para establecer paralelismos con El Quijote. Como en Soldados de
Salamina, Cercas ensancha el campo de la novela, y lo hace con un discurso en
primera persona franco, envolvente y cautivador, y con una peripecia vital, la
de Marco, que es un buen reflejo de la historia de España en los últimos 80
años.
La historia del impenitente Marco
contada por Cercas es una metáfora sobre la impostura generalizada en la que vivimos,
y sobre la necesidad que tenemos de aderezar nuestra existencia con mentiras o
medias verdades, si de esta forma se nos vuelve más comprensible, edulcorada y,
finalmente, épica. También ilustra lo fácil que es engañar durante años, con la
aquiescencia generalizada de periodistas, intelectuales, políticos o
instituciones, los supuestos garantes de la verdad en una sociedad democrática.
Este libro también es una crítica a la “memoria
histórica”, el oxímoron que alentó el presidente Zapatero para marcar
distancias con una derecha que nunca dio el paso de reconocer los atropellos
del Franquismo, y una ola a la que el avispado Marco se subió para convertirse
en brillante portavoz de los vencidos y de los humillados. La memoria es
personal, interesada y manipulable, nos viene a decir Cercas, y de los
prejuicios y las invenciones del pasado que genera sólo nos puede poner a salvo
el trabajo riguroso del historiador.
Por último, el libro de Cercas es
también un homenaje a los verdaderos héroes. A aquellos que dijeron no y
lucharon por sus ideales a pesar de la ignominia y del cambio de tercio
histórico, al contrario del arribista y camaleónico Marco, o de los muchos que
durante el Franquismo o la Transición se reinventaron y borraron las huellas de
su pasado para confundirse con la mayoría y tener una vida confortable. Porque,
de alguna manera, todos somos Marco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario