Novela coral protagonizada y narrada por mujeres,
que el propio autor nos describe como “una historia sobre el mundo de los
secretos, sobre todo aquello que callamos y no decimos sobre nosotros mismos,
pero también sobre lo que nos gustaría enterarnos”.
Donde no estás se desarrolla en los años 60, en el
pueblo vallisoletano de Villalba de los Alcores. A él llega Ana, una muchacha
de 15 años que, tras perder a su madre, se traslada hasta allí para pasar el
verano junto a su abuela enferma, su tía Josefina y Fernanda, la criada.
Gustavo Martín Garzo nos recibe, junto a otros tres
periodistas, en un céntrico hotel de Madrid. Día intenso de promoción en el que
seguramente le tocará explicar más de una vez cuál es el origen de esta novela.
“Esta novela surge de otra novela, La carta
cerrada, en la que una mujer, tras tener una crisis con su marido, le abandona
y escribe una carta a su hijo supuestamente explicándole por qué lo hace. El
hijo no la lee temeroso de que le cause demasiado dolor. Mientras tanto, la
madre se arrepiente y regresa, y el niño le devuelve la carta sin haberla leído.
Como novelista, me dejo la frustración de saber cómo sería esa carta”.
Por eso, en Donde no estás, vuelve haber una; en
este caso, la que la madre de Ana le escribe narrándole ciertos hechos de su
vida. “Le habla justo de aquello que probablemente una madre o un padre no
cuentan nunca a sus hijos, que es lo más escondido, lo más íntimo, lo más
decisivo, pero también probablemente lo más perturbador”.
Ese mundo del secreto, del silencio, de lo no
dicho, es el que trata de explorar un libro cargado de preguntas. ¿Quién es esa
Señora que se le aparece a Ana? ¿Por qué se separaron sus padres? ¿Quién es y
dónde está la amiga loca de su madre?
¿Qué esconde la casa maldita del tío Orestes y Mariana? Para conocer las
respuestas, habrá que esperar hasta el final, pero, ni aun así, los lectores
podrán estar seguros de que son las correctas.
Y es que una de las peculiaridades de este relato
es que está narrado en primera persona, pero no por un único narrador, sino por
varias de las mujeres protagonistas. “Es una novela de voces. Las cosas se
cuentan de distintas maneras, según quien las cuenta, y hay unos personajes que
a veces desmienten a otros. Hay versiones distintas de los hechos, como sucede
realmente en la vida, que no hay una sola mirada sobre un acontecimiento, sino
miradas diferentes. Todas estas voces, como no hay un relato central, componen
como una especie de puzle que el lector tiene que armar, para sacar sus propias
conclusiones. No se le dice realmente lo qué pasó de una manera clara”.
A la pregunta de por qué un libro con tanta carga
femenina, Martín Garzo nos confiesa que cree que las mujeres son “más
literarias”, por lo menos en el tiempo en el que transcurre su obra. “No podían
tener la vida que querían. Vivían más en lo escondido, en el terreno del
secreto, de los sueños. Se las arreglaban porque siempre han tenido una
habilidad especial para poder sacar adelante sus deseos, las cosas que querían,
pero todo transcurría un poco en ese segundo plano, donde no era visible nada,
porque vivían completamente sometidas al imperio y a la ley del varón. De
alguna forma no podían vivir la vida que hubieran deseado vivir con libertad”.
Los deseos, pero carnales, y los muertos también tienen
cabida en esta historia, que por tener tiene hasta fantasma. “En esta novela
está muy presente el mundo del deseo. Ese deseo que se niega a extinguirse. Hay
un fantasma que regresa porque aún vive en el mundo del deseo. Quiere recuperar
algo que ha perdido, quiere ser tenido en cuenta, que se le mire, que se le
reciba de alguna forma”.
Esta presencia del fantasma es, para Martín Garzo,
“absolutamente clave”, porque habla de los desaparecidos y de los muertos. Y si
en el libro escribe “los vivos lloraban a los muertos, pero enseguida los
apartaban de su lado para seguir adelante con sus asuntos", en persona corrobora
que nuestra época les ha dado probablemente la espalda. “Se los trata de quitar
de encima, pero el mundo está lleno de muertos”.
A la hora escribir, Martín Garzo se describe como “sistemático” y nos explica que, cuando está metido
en una novela, procura trabajar todos los días un buen número de horas. “Es
importante esa continuidad y estar concentrado en tu historia. Hemingway daba
un consejo muy bueno: siempre hay que procurar dejar el trabajo en un buen
momento, en un momento en el que esté fluyendo bien, porque así el día
siguiente, cuando lo retomas, no te encuentras con un tapón, sino que te
encuentras el impulso de algo que está fluyendo”.
Para terminar, a la pregunta de qué diferencias
percibe con el Martín Garzo que empezó a escribir hace 30 años, contesta que no
lo sabe y que quizás lo tendría que decir el lector. No obstante, añade que a
veces tiene la sensación de escribir siempre el mismo libro. “El mismo libro
cambia en función de la historia que estoy contando y del punto de vista que
adopto para contarlas, pero yo creo que es el mismo libro siempre. Son
tentativas para acercarme a algo que a veces he sentido muy cerca, pero que
siempre se me escapa. Y tal vez por eso, porque se me escapa, tengo que volver
a intentarlo con un libro nuevo”.
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