A propósito de 'Lúcidos bordes de abismo', de Luis Antonio de Villena
En
un país tan pudoroso como España, los Panero son una valiosa excepción, a pesar
de sus excesos, teatralidades, malditismos, esnobismos, señoritismos y demás
poses literarias y pseudoliterarias.
Desde El desencanto, en 1976, el
documental de Jaime Chávarri que los convirtió en un mito (o en su
reverso), los Panero han
sido protagonistas (en
otras películas, en libros de apologetas varios o en volúmenes de memorias) de las páginas biográficas más descarnadas del
mundillo literario hispano. La publicación del último texto de Luis Antonio de Villena vuelve a ponerles de
actualidad.
Como
dice el propio autor muy al final de este volumen, los Panero “tuvieron muchos
defectos, [pero] ninguno fueron tibios o pacatos. Se saltaron –y merecen
aplauso- esa moral de
sacristía que (Cernuda dixit) abunda en el corazón de tantos españoles”.
Eso sí, lo hicieron a costa de creerse una leyenda que les dio cierta
popularidad, pero que también los arruinó; los Panero no escaparon a la
seducción de su propia destrucción y de la muerte.
Luis
Antonio de Villena, poeta novísimo y muy próximo en su juventud a Juan Luis y Leopoldo María Panero,
no ha escrito un libro exhaustivo, erudito y distante. Villena, como dice en el
subtítulo de este volúmen, narra muy en primera persona. Sus Lúcidos bordes de abismo es una
memoria personal guiada por los recuerdos. Villena nos cuenta las andanzas de
ese fin de raza que fueron Panero, pero lo hace desde el epicentro del drama y
la impostura.
Un
libro vivencial, en fin, que a ratos entra en intimidades de alcoba (casi
siempre para reivindicar
la homosexualidad como modus vivendi), pero que no rehúye la
valoración literaria de los tres poetas de la familia, o las notas sociológicas
para calibrar el impacto que tuvo el rodaje y el estreno de El desencanto en la propia familia y en una sociedad
española, mojigata y desnortada y que, no bien había enterrado a Franco, se
enfrentaba a la pesada digestión de la modernidad.
Para
Villena, el punto de interés de los Panero bascula con el paso de los años. En El Desencanto, cuando todavía está
abierta la herida de la muerte del patriarca, del poeta oficial del franquismo, el
protagonista en la sombra es un padre autoritario, dipsómano y mujeriego (un
producto de su tiempo, no hay que olvidarlo).
En
aquel documental muchos vieron un furibundo
ataque, y desde el seno del sistema, a los valores de la familia burguesa y nacional-católica. Sin embargo, más
tarde el centro del drama familiar lo ocupará el deterioro físico y mental de Leopoldo María Panero y la relación de amor-odio
que mantiene con su madre hasta
la muerte, en soledad, de ésta. Una relación edípica, violenta, presidida por
el exceso y la autodestrucción.
De
forma más evidente que en los dos documentales sobre los Panero que firmaron
Jaime Chávarri y Ricardo Franco (Después de tantos años,
de 1994), brilla en el libro de Villena la figura de la madre, Felicidad
Blanch, niña bien en tiempo de la República que cae seducida por el poeta
oficial, pero que luego tiene que sufrir al marido autoritario y egoísta.
Como
recuerda Villena, la dulce Felicidad, quien colaboró en el derribo de la figura
pública del poeta del Régimen (algo que Luis Rosales nunca le perdonó) para
halagar a sus hijos, acabó siendo devorada por su personaje y también sucumbió,
como el resto, “a la terrible belleza del fracaso”.
Villena
ha escrito un libro sin
demasiada estructura, donde el poder evocador de los recuerdos
y las sensaciones perdidas guía la escritura. Un libro en algún punto
farragoso, pero que, en cualquier caso, levanta un interesante testimonio y que
leerán de un tirón los amantes de ese lúcido culebrón que hemos construido
alrededor de Panero.
El
autor se desnuda (literal y metafóricamente), y desnuda a sus amigos de antaño,
pero siempre rehuyendo el ajuste de cuentas, algo que es de agradecer. Al
final, el paso del tiempo y la deriva destructiva alejaron a Villena
de la familia Panero, y a la familia Panero de Villena, aunque siempre quedó la
literatura como forma de vida y la poderosa
seducción de las ruinas.
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