Jean-Claude Izzo se definía a sí mismo como un marsellés puro,
mitad italiano, mitad español y con gotas de sangre árabe en las venas. Antes
de que un cáncer se lo llevara al otro barrio, a la relativamente temprana edad
de 54 años, Izzo tuvo tiempo de escribir algunas muy buenas novelas ambientadas
en la ciudad donde siempre vivió y de la que era un apasionado, especialmente Los marineros perdidos y la muy
famosa
trilogía policíaca compuesta por Total Kheops, Chourmó y Soleá, que otro día
comentaremos en este blog.
Los marineros
perdidos es una novela sobre barcos abandonados por sus armadores y marineros
que no navegan y, sobre todo, es un canto a la Marsella canalla, penetrada por
la luz y el color del Mediterráneo y una loa al mestizaje, el cosmopolitismo y el ansia de vivir que
caracterizan a los pueblos del Mare Nostrum y a su historia.
Los tres protagonistas, un turco, un griego y un libanés, se
debaten entre el deseo casi enfermizo de volver a navegar y la atracción fatal
de la vida en tierra, mientras esperan en vano que alguien se ocupe de refletar
el carguero donde trabajaban, ahora amarrado y sin destino en un apartado
muelle marsellés. Cada uno por separado recorre el puerto, las tabernas y los prostíbulos
de Marsella mientras se enfrenta con sus viejos fantasmas, buscando una
explicación íntima para los errores de su pasado. Izzo va entrelazando la
historia personal de cada protagonista y el origen de su obsesión por el mar,
en sucesivos círculos que van y vuelven del pasado al presente, en el contexto
de la Marsella popular, áspera y fea pero intensamente vital.
Los marineros, sus parejas circunstanciales y sus lejanos y
abnegados familiares, pareciera que sometidos al embrujo caprichoso del Mediterráneo,
viven con pasión lo que les toca, son ardientes, incluso violentos, capaces
de lo mejor y de lo peor. Un mismo personaje es capaz, en un determinado
momento de la novela, de reflexionar sobre la belleza de las antiguas cartas
náuticas y su sentido profundo, para, más adelante, perseguido por sus
obsesiones, emborracharse de forma salvaje hasta perder el control y agredir a sus
compañeros. Por esa misma razón, la historia acaba en drama de manera natural,
como una consecuencia inevitable de los conflictos vitales de sus
protagonistas.
Izzo describe de forma directa lo que hacen y piensan sus
personajes, con frases cortas y contundentes despojadas de artificios, a la vez
que filosofa mediante sentencias lapidarias sobre la vida y la muerte. Persigue
así que su novela se mueva en la delgada línea que separa lo sentimental de lo
trascendente, lo vulgar de lo pintoresco y, a mi modo de ver, sale airoso.
No sé si soy
ecuánime porque los libros sobre el mar y la dura vida de los marinos nunca me
han dejado indiferente, pero me ha gustado mucho la novela, me transmite el
olor al salitre que carcome los barcos y la cabeza de sus tripulantes y la
atmósfera turbia y vibrante de la vieja Marsella.
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