A propósito de 'La mala puta',
de Miguel Dalmau y Román Piña
Los libros de escritores sobre escritores o sobre el mundo de
la edición son tan viejos como la propia literatura. El que han escrito Miguel
Dalmau, conocido sobre todo por sus biografías de los Goytisolo y de Gil de
Biedma, y el editor Román Piña sobre la deriva de la literatura española en los
últimos 10 años es devastador.
La mala puta está escrito desde la periferia geográfica,
editorial –el volumen lo publica Sloper, que dirige el propio Piña- y sentimental.
De otro modo no habrían podido sacar adelante un trabajo que muestra sin
tapujos las miserias y precariedades de un oficio y de una industria dominada
por el conservadurismo de unos editores más pendientes del balance financiero
que de la calidad literaria que pregonan, y donde son moneda corriente las
obras de encargo, los premios apañados o los títulos firmados por periodistas
de medio pelo, pero de gran proyección mediática y, por tanto, comercial.
Pero no queda ahí la cosa. La mala puta también pone en el
punto de mira a los propios escritores, angustiados por la cuenta corriente, anegados
por su ego y paralizados por sus inseguridades; y a la crítica, esa que llena suplementos
literarios entregados a la promoción y el halago y que rara vez la emprende
contra los autores de la casa o de los grandes grupos editoriales, a la espera
de migajas en los suculentos presupuestos publicitarios. Como no podía ser
menos, al caso Echevarría, paradigma último del “crítico frente al poder”,
también van dedicadas algunas páginas.
La primera
parte de La mala puta, la que firma Miguel Dalmau, es para mí la más sabrosa. Dalmau
no duda en largar chascarrillos sobre el paternal Herralde y sus novelistas
estrella, un entorno que conoce bien, y saca a relucir las miserias de las
agencias literarias o la miopía (literaria) de Pere Gimferrer, padrino de Muñoz
Molina o Llamazares, pero incapaz de valorar a las jóvenes promesas del
mundillo literario barcelonés.
A pesar de que Miguel Dalmau nos advierte unas cuantas
veces de que este libro no es fruto del resentimiento que le generó el hecho de
no poder sacar hace unos años una biografía desmitificadora de Julio Cortázar
(los abogados de la viuda del escritor lo impidieron), su discurso suena a duro
a ajuste de cuentas. En todo caso, no cuesta aceptar que algo huele a podrido
en el mundo de las letras y que los testimonios de Dalmau y Piña tienen su
interés.
Nunca estuvo la cosa para
experimentos, pero mucho menos ahora, nos vienen a decir los autores de este
réquiem por la literatura española. Para certificar el conservadurismo de
los editores y la incapacidad de la propia industria editorial para renovar la
nómina de los grandes autores, basta echar un vistazo al Babelia, el suplemento
de literatura de El País, que cada sábado –lo reconozco- leo puntualmente. A
finales del año pasado el suplemento de marras sacó el listado de las mejores novelas del año. La nómina era bien indicativa: Javier Marías, Javier
Cercas, Luis Landero y Antonio Muñoz Molina... Ni rastro de aire fresco en ese
particular olimpo, y otra vez una apuesta clara por las marcas de la casa,
las denominaciones de origen más laureadas y rentables.
La consecuencia de tanto conservadurismo: que aquellos que pueden
renovar el panorama, los nuevos Marsé o Mendoza o Vila-Matas, no tienen hoy opciones
de prosperar. Para Ramón Piña, el último capítulo de una edición valiente en
España es la irrupción de la “generación Kronen” en los noventa, al calor del
Premio Nadal que recibió José Ángel Mañas. Una generación que, pasado el efecto
sorpresa inicial, luego se las vio y se las deseó para seguir publicando y que
hoy en su mayor parte malvive con la literatura o simplemente la dejó aparcada en
el cajón.
Pedro Maestre (Premio Nadal en su momento), Pedro Ugarte,
Marta Sanz, David Torres o Montero González acompañan en esta radiografía del
fracaso a Mañas, momentáneo
enfant terrible de las letras españolas que
despertó más expectativas que otra cosa y que hoy se gana la vida con trabajos
de encargo, triturado por una fama repentina y por un mundo editorial lleno de
sueños, pero también de olvido.
Vaya, muy interesante tu artículo.
ResponderEliminarLa verdad es que aun siendo Escritor de Literatura, nunca me he leído la obra que mencionas. Pero creo que será muy interesante.
Te mando un saludo.