A propósito de 'El año del pensamiento mágico',
de Joan Didion
Siendo el dolor que genera la muerte de un ser querido muy grande,
y también una experiencia que todos vamos a tener, curiosamente no hay mucha
literatura que lo aborde. La muerte se ha convertido en un tabú, y eso también
ha afectado al mundo de las letras. Aunque hay buenos libros sobre la pérdida y
el duelo. Me gustó mucho el de Marcos Giralt Torrente sobre su padre (Tiempo de vida, Anagrama) y me han hablado muy bien del de Héctor Abad Faciolince,
también sobre la figura paterna (El olvido que seremos, Seix Barral), y sobre
el de Francisco Goldman, que habla del tiempo de oscuridad que siguió a la
pérdida de su esposa en la costa de México, cuando una ola le quebró el cuello
(Di su nombre, Sexto Piso).
Cuando
se habla de literatura de dolor, la periodista y escritora estadounidense Joan
Didion también es un referente. En diciembre de 2003, tras visitar a su hija,
Quintana, que se encontraba en coma en un hospital de Nueva York, el escritor
John Gregory Dunne caía fulminado por un ataque al corazón mientras Joan Didion,
a la sazón su esposa, le preparaba la cena. Cuatro semanas más tarde, Quintana
superaba el coma, pero al poco tiempo sufría una hemorragia cerebral masiva que la
conducía de nuevo al quirófano. Quintana pareció recuperarse los meses
siguientes, pero finalmente murió en agosto de 2005.
Joan
Didion plasmó el dolor y la obsesión provocadas por la muerte de su marido y de
su hija en dos libros duros, inhóspitos, pero muy celebrados: El año del
pensamiento mágico, de 2005, y Noches azules, de 2012. Ahora, Random House
recupera el primer título, que durante mucho tiempo ha estado ausente de las
librerías españolas.
John y
Joan, reconocidos autores en Estados Unidos de libros, guiones para el cine y
artículos periodísticos, compartieron durante 40 años vida sentimental e
incluso compartieron el espacio de trabajo. En cada casa en la que residieron,
en California o en Nueva York, sus despachos siempre estuvieron contiguos. Eso
estimuló una secreta competencia, al tiempo que convirtió al uno en el primer y
más informado lector del otro.
El año del pensamiento mágico es, por lo tanto, el primer libro en décadas que Joan
Didion sacó adelante sin los consejos y la edición cariñosa de su marido. Y fue
el más difícil de escribir para ella. Hasta 10 meses tardó Didion en dar
comienzo a un volumen que, según contaba, la salvó de una
obsesión y le ayudó a mitigar un dolor que la puso al borde de la locura.
Didion
ha contado que desde niña se acostumbró a buscar refugio en la literatura
cuando las dificultades crecían. El año del pensamiento mágico es una crónica
que vuelve una y otra vez al episodio de la desaparición física de su marido.
Para armar su libro, Didion acaba varias veces en ese punto de partida, el del
ataque mortal que sufre en su apartamento su marido John la noche del 30 de
diciembre de 2003, y en los momentos siguientes, en que es tratado por los
servicios médicos en su propio domicilio y más tarde en el hospital neoyorkino
donde finalmente confirmarán su muerte. Esa recurrencia le da poder de atracción al relato,
ciertamente, y permite a Didion estructurar una historia para la que no contaba con brújula.
En las
190 páginas de este libro, Joan Didion afronta la tragedia aferrándose a la
información médica que rodea la desaparición de su marido, y también la
convalecencia de su hija. Las páginas de El año del pensamiento mágico
reproducen con fidelidad notarial los últimos momentos de John y están trufadas
de referencias a medicamentos, hospitalizaciones, papers científicos sobre diferentes
dolencias o conversaciones con profesionales de la medicina con los que Didion
trató de iluminar el sinsentido y canalizar el irremediable sentimiento de
culpa que siguió a la desaparición de su marido. Es la distancia y la frialdad
emocional como método de conocimiento.
Paralelamente, Didion se informa, compra
libros, busca en Internet para entender la enfermedad de su hija y para
cuestionar a los médicos que la atienden. “La información es control”, dice la
autora en un momento del libro. Información como vía para exorcizar el dolor y
construir un relato desde las profundidades.
En
cualquier caso, con el paso de las páginas, esta crónica machacona de los
hechos, con la que la autora se mantiene a cierta distancia del epicentro del dolor y que hace que funcione a nivel literario, se va mezclando con los
recuerdos más o menos felices de 40 años de vida en pareja. Y es ahí donde por
fin el libro de Didion trasciende para convertirse en un relato creíble, valiente y sincero sobre
la pérdida y el luto, y sobre la supervivencia y la luz después del abismo.
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La vida
cambia deprisa.
La vida
cambia en un instante.
Te
sientas a cenar y la vida que conocías se acaba.
La
cuestión de la autocompasión.
Estas
son las primeras líneas que escribí después de que pasara.
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