Un bonito título este de "Biografía del silencio", con una sugerente portada de Magritte y una
extensión excelente, dan cabida a una verdadera apología de la meditación.
Ciento tres páginas con grandes márgenes y espaciado generoso conforman un
libro muy accesible que, incluso a quienes no aman el ensayo, se les hace de
fácil lectura.
Pablo d’Ors (Madrid, 1963) es filósofo y teólogo, formado en
el ambiente cultural alemán y nieto del famoso ensayista Eugenio d’Ors. Es
sacerdote, novelista y ensayista y esta obra forma parte de su “Trilogía del
silencio”.
Su faceta como sacerdote, que en la actualidad atiende
enfermos y pacientes terminales en un hospital madrileño, es una de las
experiencias que se traslucen en este ensayo lleno de luces y sombras. Afirma
d’Ors que “si en el mundo se nos enseña a encerrarnos al dolor, en la
meditación se enseña a abrirnos a él”.
El ensayo aporta, a diferencia de otros muchos sobre este
tema, testimonio del arduo camino que hay que transitar (se transluce su
condición estoica y perseverante de católico obstinado en busca del camino pero
sin prejuicios) hasta obtener beneficios que, eso sí, son definitivos y
lenitivos. El autor va desgranando sus beneficios, su práctica y sobre todo las
reflexiones de las que le ha hecho consciente la rutina de esta práctica
milenaria.
Desde su experiencia muy personal, el autor hace un sugerente
viaje en torno a la meditación, en el que las luces del destino se superponen al empeño, el desierto -como dice el autor- al que bajas al principio. “Se deja de
vivir embotado… La mirada se limpia y se comienza a ver el verdadero color de
las cosas”, “se camina con más ligereza, se sonríe con más frecuencia”, afirma
d’Ors, y continúa con testimonios como “yo, por ejemplo, empecé a meditar para
mejorar mi vida; ahora medito sencillamente para vivirla”, o “el principal fruto
de la meditación es que nos hace magnánimos”.
Y aludiendo al hogar que todos
tenemos dentro, afirma que “ningún hombre se perderá irremediablemente si
frecuenta su conciencia y viaja por su territorio interior”o que “la meditación nos concentra, nos devuelve
a casa, nos enseña a convivir con nuestro ser, agrieta la estructura de nuestra
personalidad hasta que, de tanto meditar, la grieta se ensancha y la vieja
personalidad se rompe y, como una flor, comienza a nacer una nueva. Meditar es
asistir a este fascinante y tremendo proceso de muerte y renacimiento”.
“Lo difícil no es meditar
sino querer meditar”, nos dirá, antes de recordar que "se llega a un punto en que uno
desea sentarse a diario con la propia porción de dolor: frecuentarlo,
conocerlo, domesticarlo”.
Es, por tanto, un libro muy recomendable para seguidores de la
búsqueda espiritual, aprendices de meditación, y, en general, para cualquier
lector ávido de experiencias ajenas e interesado en la vida interior. Aquellos
admiradores del ensayista o su persona tienen un muy interesante programa y una
entrevista a Pablo d’Ors, a propósito de este ensayo, en el programa“Millennium” de TVE.
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