A propósito de "Asaltar los cielos", de José Ignacio Torreblanca
Hará falta mucho tiempo y reflexión para entender lo que está
pasando en España desde el inicio de la
crisis, con el 15-M y la irrupción de Podemos en el panorama político nacional.
Sin embargo, si uno se pasa por una librería medianamente surtida, se
encontrará con muchos títulos que analizan estas cuestiones. Libros en muchos
casos de encargo destinados sobre todo a aprovechar el tirón mediático del
propio Iglesias, pero donde hay algunos títulos interesantes, como éste de José Ignacio Torreblanca.
El volumen del profesor de Políticas de la UNED no deja de ser
una primera aproximación al fenómeno Podemos, y no desvela grandes secretos
sobre Iglesias y su equipo, pero aporta perspectiva, buceando en la trayectoria
de sus miembros, siguiendo su viaje desde el radicalismo al centro (o la
indefinición), y analizando cómo encuentran en la experiencia latinoamericana y
en la televisión las vías para superar las estrecheces de la izquierda clásica
europea.
Estoy de acuerdo con Torreblanca cuando dice que Podemos es lo
más importante que le ha ocurrido a la política española de los últimos 30
años, y que si no comete errores de bulto y las condiciones de vida de muchas
personas no mejoran drásticamente, se quedará entre nosotros durante unos
buenos años.
Si bien es cierto que el origen de Podemos está en la
izquierda radical que se inspira en los movimientos violentos que proliferan en
Europa en los años 60 y 70, y que esa ascendencia marca la actuación de sus
líderes hasta hace bien poco, con llamadas a la agitación y la desobediencia,
Iglesias ha sido capaz de buscar una alternativa que desborde los estrechos
límites de aquella izquierda clásica, casi siempre sin opciones de gobernar.
Y la inspiración la ha encontrado en Chávez, y en una fórmula
que mezcla el hiperliderazgo, un nacionalismo que deposita la soberanía en un pueblo explotado por las élites y el acceso al poder a través de las urnas. En
el fondo, Podemos, siguiendo la estela del populismo chavista o de Evo Morales, ha puesto
en evidencia a una izquierda que a pesar de todo ha sido incapaz de
rentabilizar la crisis más dura que se recuerda.
Torreblanca también analiza cómo Iglesias y su equipo
aprovechan el poder de seducción de la televisión, rompiendo otra vez los
esquemas a los que nos tenían acostumbrados los gerifaltes de la izquierda
clásica, que siempre menospreciaron el medio, o, cuando menos, dudaron de su
efectividad. Iglesias ensaya en La Tuerka un discurso alejado de la retórica
académica habitual. Podemos, como recuerda Torreblanca, se funda en un plató de
televisión, y los mensajes, además, llegan sin la intermediación de un partido.
Sabedor de que la atención del espectador es limitada,
Iglesias simplifica el análisis de la realidad y recurre a fórmulas de potente significado que, por el
contexto económico y social –la famosa "ventana de oportunidad”-, han resultado
ganadoras. La más llamativa: la de "la casta", origen de ese país escindido entre una élite corrupta
y egoísta, que se aprovecha del poder institucional y el bipartidismo, y una
ciudadanía empobrecida y humillada. Los de abajo contra los de arriba. Los
padres fundadores de la democracia, ahora sospechosos, contra sus hijos
desnortados y sin trabajo. Un conflicto que le vale a Podemos para acabar con
la dicotomía izquierda-derecha, deslegitimando el discurso del PSOE o de IU, y
recabando alguna adhesión incluso de votantes frustrados del PP.
Podemos ha sido capaz de trasladar las demandas de la
izquierda al centro político, que es donde se ganan las elecciones y desde
donde se pueden asaltar los cielos, como en 1982 hizo Felipe González con un
partido que sólo unos años era clandestino y se declaraba marxista, y que ese
año borró del mapa sus adversarios y cambió la política española para siempre.
Eso sí, Torreblanca advierte de los peligros que acarrea un
partido con una visión tan maniquea de la sociedad, que considera los medios
privados de comunicación (esos que tanto han frecuentado Iglesias) como una
amenaza y la ley un instrumento de dominación, y al que le cuesta ver los
puntos de encuentro entre la economía de mercado y una sociedad igualitaria.
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