domingo, 10 de mayo de 2015

Historias desde la cadena de montaje, de Ben Hamper




La inefable visión sobre el mundo laboral que Alain de Botton proyecta en muchos de los párrafos de Miserias y esplendores del trabajo, libro comentado en su día en este blog, haría reír a carcajadas a Ben Hamper, quien, en honor a su apodo, “Cabeza de Remache”, estuvo diez años colocando remaches en una fábrica de automóviles y dejó constancia de su experiencia en Historias desde la cadena de montaje, originalmente publicado en 1991, y recientemente reeditado en español por Capitán Swing.

Hamper, un individuo vago, borrachín y barrigudo, más propenso al consumo desaforado de sustancias estupefacientes que al trabajo duro y el sacrificio por la empresa que le da de comer, nos cuenta su vida como operario de una cadena de montaje de automóviles en Flint, Michigan, en los tiempos posteriores a la crisis de 1973 en Estados Unidos.

Hamper intentó desde muy joven huir por todos los medios del destino de trabajador fabril a que le avocaban sus ancestros, ligados por generaciones a las plantas de General Motors. A finales de los 70, Michigan era la Meca de la industria automovilística, que no daba abasto para abastecer la demanda de grandes coches de los ciudadanos americanos. 
Pese a haber logrado finalizar sus estudios universitarios, el carácter acomodaticio de Hamper, los tentadores salarios y la falta de expectativas para ningún otro trabajo le condujeron irremisiblemente a las cadenas de montaje de las camionetas Suburban, gigantescas máquinas adecuadas para familias americanas de consumo desaforado.
Fatalmente atrapados en las tediosas y repetitivas tareas de la producción en cadena, con la completa certeza de la imposibilidad de cambios vitales significativos en el largo plazo, Hamper y sus compañeros centran todos sus esfuerzos en hacer soportable el paso de los minutos en el tajo. 
Todo vale para hacer más llevadero el día: el alcohol, las drogas, los juegos de lanzamiento de tuercas, buscarse la vida con las faenas para que un solo operario pueda realizar el trabajo de dos a la vez y que el otro pueda escaquearse... Las descripciones de Hamper nos persuaden de que el sistema taylorista de producción en masa no es precisamente un paraíso para el “currante”.
Hamper se libra, temporalmente, de los desvaríos de todo tipo, incluso las patologías, en los que se hunden muchos de sus compañeros, gracias a su obsesión por escribir lo que ve, distracción que practica durante los escasos minutos libres que le concede el ritmo de entrada de vehículos a su puesto. 
Por pura casualidad, una de sus desinhibidas crónicas cae en manos de Michael Moore, natural también de Flint y que, aún desconocido, lucha en ese momento por poner a flote un periodicucho local, Flint Voice, luego Michigan Voice. Apoyado sin reservas por Moore, Hamper adquiere fama en todo Estados Unidos, gracias a que uno de sus artículos es publicado en el Wall Street Journal, antes de hundirse por culpa de un colapso nervioso…
Historias desde la cadena de montaje es una cruda descripción de la alienación del operario manual de la Segunda Revolución Industrial, aderezada con ingentes dosis de ironía. Me ha llamado mucho la atención la diferencia de expectativas vitales de los hombres en las cadenas de montaje americanas en comparación con las “chicas de fábrica” chinas que les sustituyeron tras la deslocalización industrial en busca de salarios más bajos y menores restricciones sociales
Mientras  los trabajadores americanos están atrapados entre la paranoia de su trabajo y la enajenación alcohólica y drogadicta, las jóvenes chinas nunca pierden la compostura en sus puestos ni la esperanza de un futuro mejor pese a sus pésimas (mucho peores, sin duda, que las americanas) condiciones laborales. Está claro que si no tienes nada y las perspectivas de un futuro mejor en tu pueblo de origen son nulas, cualquier trabajo remunerado se parece al paraíso.

En cualquier caso, Historias desde la cadena de montaje es un libro divertidísimo, ácido y lleno de mala leche, que invita a reflexionar sobre el sinsentido de la esclavitud del trabajo, a partir de la descarada tesis de que es obligatorio para cualquier trabajador intentar engañar a su empresa.


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