La inefable visión sobre el mundo
laboral que Alain de Botton proyecta en muchos de los párrafos de Miserias y esplendores del trabajo,
libro comentado en su día en este blog,
haría reír a carcajadas a Ben Hamper, quien, en honor a su apodo, “Cabeza de
Remache”, estuvo diez años colocando remaches en una fábrica de automóviles y
dejó constancia de su experiencia en Historias desde la cadena de montaje,
originalmente publicado en 1991, y recientemente reeditado en español por
Capitán Swing.
Hamper, un individuo vago, borrachín y barrigudo,
más propenso al consumo desaforado de sustancias estupefacientes que al trabajo
duro y el sacrificio por la empresa que le da de comer, nos cuenta su vida como
operario de una cadena de montaje de automóviles en Flint, Michigan, en los
tiempos posteriores a la crisis de 1973 en Estados Unidos.
Hamper intentó
desde muy joven huir por todos los medios del destino de trabajador fabril a
que le avocaban sus ancestros, ligados por generaciones a las plantas de
General Motors. A finales de los 70, Michigan era la Meca de la industria
automovilística, que no daba abasto para abastecer la demanda de grandes coches
de los ciudadanos americanos.
Pese a haber logrado finalizar sus estudios
universitarios, el carácter acomodaticio de Hamper, los tentadores salarios y
la falta de expectativas para ningún otro trabajo le condujeron
irremisiblemente a las cadenas de montaje de las camionetas Suburban, gigantescas máquinas
adecuadas para familias americanas de consumo desaforado.
Fatalmente
atrapados en las tediosas y repetitivas tareas de la producción en cadena, con
la completa certeza de la imposibilidad de cambios vitales significativos en el
largo plazo, Hamper y sus compañeros centran todos sus esfuerzos en hacer
soportable el paso de los minutos en el tajo.
Todo vale para hacer más
llevadero el día: el alcohol, las drogas, los juegos de lanzamiento de
tuercas, buscarse la vida con las faenas para que un solo operario pueda
realizar el trabajo de dos a la vez y que el otro pueda escaquearse... Las
descripciones de Hamper nos persuaden de que el sistema taylorista de producción
en masa no es precisamente un paraíso para el “currante”.
Hamper
se libra, temporalmente, de los desvaríos de todo tipo, incluso las patologías,
en los que se hunden muchos de sus compañeros, gracias a su obsesión por
escribir lo que ve, distracción que practica durante los escasos minutos libres
que le concede el ritmo de entrada de vehículos a su puesto.
Por pura
casualidad, una de sus desinhibidas crónicas cae en manos de Michael Moore,
natural también de Flint y que, aún desconocido, lucha en ese momento por poner
a flote un periodicucho local, Flint
Voice, luego Michigan
Voice. Apoyado sin reservas por Moore, Hamper adquiere fama en todo Estados
Unidos, gracias a que uno de sus artículos es publicado en el Wall Street Journal, antes de hundirse por culpa de un colapso
nervioso…
Historias
desde la cadena de montaje es una cruda descripción de la
alienación del operario manual de la Segunda Revolución Industrial, aderezada
con ingentes dosis de ironía. Me ha llamado mucho la atención la diferencia de
expectativas vitales de los hombres en las cadenas de montaje americanas en
comparación con las “chicas de fábrica” chinas que les sustituyeron tras la
deslocalización industrial en busca de salarios más bajos y menores
restricciones sociales.
Mientras los trabajadores americanos están
atrapados entre la paranoia de su trabajo y la enajenación alcohólica y
drogadicta, las jóvenes chinas nunca pierden la compostura en sus puestos ni la
esperanza de un futuro mejor pese a sus pésimas (mucho peores, sin duda, que
las americanas) condiciones laborales. Está claro que si no tienes nada y las perspectivas
de un futuro mejor en tu pueblo de origen son nulas, cualquier trabajo
remunerado se parece al paraíso.
En cualquier caso, Historias desde la cadena de
montaje es un libro divertidísimo, ácido y lleno de mala leche, que invita
a reflexionar sobre el sinsentido de la esclavitud del trabajo, a partir de la
descarada tesis de que es obligatorio para cualquier trabajador intentar
engañar a su empresa.
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