A propósito de la lectura de 'La economía no da la felicidad', de José Carlos Díez
En los últimos años, al tiempo que la crisis económica se iba
haciendo más virulenta, han aparecido muchos libros de divulgación con el
objetivo de que el ciudadano medio, sin grandes conocimientos de economía o
finanzas, entendiera qué estaba pasando y qué remedios se podían poner para
atajar el desastre. Muy celebrado fue el bestseller del profesor retirado Leopoldo
Abadía, que muy al comienzo de la crisis llamó la atención de todo el mundo por
su análisis socarrón y accesible de la burbuja inmobiliaria con La crisis ninja.
En esta línea divulgativa está el último trabajo del ubicuo
José Carlos Díez, economista, profesor, bloguero y hasta tertuliano televisivo.
La economía no da la felicidad, pero ayuda a conseguirla es un volumen donde el autor aborda con sensatez, y sin
los prejuicios que tantas veces malogran el debate público, aspectos clave del
sistema económico, como el papel del estado, el sistema de bienestar, el funcionamiento del mercado de
trabajo, los mercados de deuda o el papel de los bancos centrales.
En el fondo José Carlos Díez es un socialdemócrata que piensa
que el mejor sistema económico ya está inventado y sale de la combinación de un
mercado eficiente, pero estrictamente regulado y que puede ser impulsado, si la
ocasión es propicia, por el estado. Keynes aparece muchas veces en el libro,
casi siempre en un altar.
Sin embargo, falla José Carlos Díez a la hora de analizar las
relaciones entre la economía y la felicidad, entre la opulencia o la escasez y
el bienestar material, psíquico y moral de los ciudadanos. Lo que, atendiendo
al título, debería ser la línea de desarrollo principal, es decir, hasta qué
punto la economía nos hace felices (o el mal funcionamiento de la misma nos
hace profundamente infelices), es un tema que realmente el autor toca de
refilón. Y al final el libro es un batiburrillo de temas de actualidad que,
como decía antes, están abordados con sensatez, pero muchas veces de forma
superficial, algo apresurada y sin hilazón.
En su haber tiene el autor que es un gran comunicador y que es
capaz de hacer sencillas y entendibles situaciones muchas veces complejas del
mundo financiero. Sin embargo, da la impresión a ratos que este volumen es una
reedición de sus mejores artículos en prensa o en Internet, o de las
conclusiones de las mesas de discusión a las que ha acudido últimamente en
Latinoamérica o Canarias. Como resultado, Díez ha conformado un libro de ágil
lectura, pero que adolece precisamente de hilo argumental y ambiciones
analíticas.
Me temo que, como en tantas ocasiones en los últimos años, autor
y editorial intentan aprovechar el tirón mediático del primero para poner otro
título en el mercado. El tiempo es ciertamente propicio. Al fin y al cabo, en momentos
de tanta incertidumbre, y en el que hemos descubierto que la economía de mercado
que nos hemos dado es mucho más enrevesada de lo que suponíamos, necesitamos a
gurús o divulgadores sagaces del enredo económico como José Carlos Díez.
La elocuencia de Díez, entrenada durante más de un lustro como
autor del blog El economista observador, no encubre, sin embargo, las carencias
de un libro escrito a vuela pluma y que, a estas alturas, no aporta demasiado a
un lector medianamente avisado y al tanto de la actualidad.
Buen comentario, Juan, el libro es un pastiche infumable, fruto de un corta-pega de tercera categoría.
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