A propósito de la lectura del libro
'¿Qué será de mi pensión?' de José Ignacio Conde-Ruiz
A todos nos afecta el tema de la
pensiones. Bien porque estemos contribuyendo con parte de nuestro salario a
pagar a los jubilados de ahora, o bien porque esperemos que en el futuro
nuestros hijos también sostengan con sus cotizaciones nuestro poder adquisitivo
en la vejez. Además, es un pilar del estado del bienestar que debe ir más allá
de coyunturas y partidismos, puesto que está asentado sobre un pacto a muy
largo plazo entre generaciones y por eso debería ser fruto del mayor consenso,
para evitar incertidumbres y sorpresas.
Sin embargo, un debate público informado
sobre las pensiones brilla por su ausencia, a pesar de que los expertos nos
avisan de que las cuentas no salen y de que en el futuro las pensiones, como
mal menor, van a bajar sí o sí. La razón está en que desde el poder político no
se fomenta esta discusión. Al fin y al cabo, los más de siete millones de
pensionistas que hay hoy en España son un colectivo muy sensible, que se mueve
de forma bastante homogénea y que puede derribar de un plumazo cualquier
gobierno, y nadie quiere despertar al dragón. Los efectos políticos de tener a
favor o en contra a los pensionistas los vimos claramente en 1993, cuando
Felipe González ganó in extremis las generales de aquel año al grito de “que
viene la derecha” a quitar la paga de los retirados.
En este contexto, vale la pena leer el
libro de José Ignacio Conde-Ruiz, economista vinculado a Fedea que lleva
estudiando el tema durante dos décadas y que participó en el comité de expertos
consultado por el Gobierno para la reforma de las pensiones. ¿Qué será de mi pensión? es un libro clarificador, donde el autor expone de forma comprensible
los datos demográficos y económicos que ya anuncian el colapso futuro del
sistema y propone reformas para que no se produzca, al tiempo que denuncia
precisamente el oscurantismo que rodea a las pensiones y la falta de coraje de
los políticos para llevar el asunto, en sus justos términos, a la opinión
pública.
Conde-Ruiz es claro. No es posible vivir
cada vez más y trabajar menos. No salen las cuentas. Las proyecciones de
esperanza de vida (siempre al alza) y natalidad (de las menores del mundo en
España) son claras. Como resultado, debemos asumir que las pensiones bajarán sí
o sí en el futuro, y además lo harán de forma dolorosa si nos quedamos con los
brazos cruzados. En algún momento del libro Conde-Ruiz asegura que la pensión
media como porcentaje del salario medio sufrirá un recorte de entre el 35 y el
50%.
Así las cosas, el gran debate que se
debe abrir tiene que abordar la cuestión de sobre quién recae la caída. Si se
reparte equitativamente entre todos los pensionistas o, como ahora, la factura
la pagan las pensiones más altas, congeladas desde hace años. Para Conde-Ruiz,
la sociedad española debe decidir si quiere dejar las cosas como están, lo que
llevaría a la catástrofe, si prefiere ir a un sistema asistencial de pensión
universal donde las retribuciones se igualan a la baja, o si apuesta por
mantener el carácter contributivo del sistema actual, que establece una
relación entre la cuantía de la pensión y lo cotizado durante la vida laboral.
“La sociedad se enfrenta a una decisión crucial, y lo ideal sería que pudiera
elegir qué camino tomar tras un debate sosegado, abierto y transparente”,
insiste Conde-Ruiz.
El experto se decanta por reforzar el
sistema contributivo, aunque reconoce que todos vamos a perder en una u otra
media, y propone cambios en los próximos años para precisamente minimizar esas
pérdidas. Conde-Ruiz ve con buenos ojos las reformas de 2011 y 2013, que
elevaron la edad de jubilación a los 67 años e introdujeron el llamado “factor
de sostenibilidad”, que significa que en el futuro variables como la esperanza
de vida se utilizarán en el cálculo de la jubilación, lo que significa que
cobraremos menos.
También aboga por extender ya el cálculo
de la jubilación a toda la vida laboral del trabajador, para evitar la
injusticia que se produce con los muchos trabajadores que son despedidos a los
50 y nunca vuelven al mercado laboral. Además, propone diversificar el ahorro
(en España mayoritariamente vinculado al ladrillo) y fomentar la inversión en
formación y capital humano para mejorar las posibilidades de los españoles de
mantener o acceder a un empleo según se acercan a la vejez.
Asimismo, pide el fomento del ahorro a
largo plazo, mejorando la fiscalidad de muchos productos y no sólo primando los
planes de pensiones, un vehículo de inversión que además favorece a las rentas
más altas. Y, por último, cree el autor que sería conveniente afinar productos
como el de la hipoteca inversa, ideal en un país como España, donde la mayor
parte de las viviendas son de propiedad, o que se pudiera compatibilizar
fácilmente el cobro de la pensión y de un salario al mismo tiempo.
En definitiva, José Ignacio Conde-Ruiz
apuesta por un sistema de pensiones que tenga como base el sistema público
actual, aunque mejorado, al tiempo que cree idóneo que cada jubilado tenga más
opciones para complementarlo con sus ahorros e inversiones como forma para
compensar las inevitables caídas. Pero sobre todo pide que el debate, ahora
soslayado por el cálculo electoral de los políticos, se haga público, transparente
e informado. Algo a lo que este libro ya está contribuyendo.
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