¿Quién no se ha encontrado algunas vez con uno de esos padres que, entre
desnortado y acomplejado por las supuestas habilidades tecnológicas de su hijo,
presume de cómo su vástago se maneja por los menús del iPad o de Android, o
explica embelesado cómo, por sí sólo, su pequeño superman digital le instaló
una app en su móvil para calcular el número de calorías que se deja subiendo
escaleras o corriendo por el autobús?
Los padres tendemos a pensar que los chicos, sólo por el hecho de haber
nacido rodeados de ordenadores, tabletas, teléfonos inteligentes, consolas o
televisores smart, y por respirar por los cuatro costados Internet y las indefectibles
redes sociales, tienen las necesarias competencias digitales, es decir, que
saben sacarle todo el partido a la tecnología y además la usan con criterio.
Sin embargo, creo que eso es mucho suponer. Y si no, pidan a su hijo que
envíe un e-mail con un fichero adjunto, prepare una tabla de Excel o trabaje un
documento de texto en grupo con Google Docs. Muchos no tendrán ni idea. Y es
que subir selfies a Instagram o dejar ocurrencias en Snapchat no es, ni mucho
menos, lo único que se puede hacer en Internet.
Un libro que acaba de salir, y que se presenta con el provocativo título
de Los nativos digitales no existen, pone en cuestión la idea extendida de que
los chicos de hoy traen de serie la digitalización, saben usar la tecnología y
conocen sus implicaciones. Y es que no por nacer en un país donde se habla el
español, un niño habla español. Al contrario, para dominar la lengua, el
pequeño tendrá que ir al colegio y leer mucho y estudiar gramática, ortografía
y vocabulario también durante muchos años. Pues lo mismo pasará si queremos que
los pequeños se conviertan en usuarios competentes de Internet o de tanto
gadget a su disposición.
Los nativos digitales no existen es en realidad una guía para que esos padres superados por el tsunami de Internet y de las pantallitas que han robado el alma a sus hijos y los han dejado mudos. Un llamamiento para que superen miedos y complejos y se impliquen en la educación tecnológica de la progenie. No se trata de prohibir, nos vienen a decir los autores del volumen, coordinado por Susana Lluna y Javier Pedreira "Wicho", creador del blog Microsiervos, sino de enseñar a los más pequeños a andar (con cuidado) por el mundo virtual. Y es que de la misma forma que cualquier padre con dos dedos de frente enseñará a su hijo a cruzar la calle cuando el semáforo está en verde, y le advertirá para que no se vaya muy lejos cuando anda solo, así también tendrá que hacer cuando el chico navega por su cuenta o intercambia fotos y datos personales en las redes sociales.
Manejarse en Internet y en las redes sociales requiere un cierto
aprendizaje y también prudencia, para saber, por ejemplo, qué contenidos e
informaciones conviene compartir, cómo se mantiene un cierto nivel de
privacidad en Facebook o Instagram, cuándo una tienda online es de fiar o cómo
se mantiene el ordenador o el teléfono actualizado y libre de malware. Por no
hablar de la capacidad para distinguir la buena de la mala información en
Internet. Y es que no conozco "nativo digital" que se cuestione,
mientras hace los deberes, lo que le presenta Google en la primera página de
resultados.
Son cosas que los profesores en la escuela y los padres en casa debemos
abordar. Porque, no lo olvidemos, aunque nuestros hijos sean los reyes del
mambo en Instagram o Snapchat, o se pasen la vida enganchados a los canales de
youtubers millonarios como Elrubius, Vegetta777 o Fernanfloo, siguen siendo
unos críos y no tienen idea de casi nada. Nos necesitan.
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