A propósito de la lectura de
'La imagen de tu vida', de Javier Gomá Lanzón
En este librito, Javier Gomá es fiel a su idea de que el pensamiento tiene que ser mundano, es decir, que no debe abandonarse a la
simple erudición y a las exigencias de la academia, sino que, por el contrario,
debe abordar sin dilaciones los problemas del hombre corriente. La imagen de tu vida es, por lo tanto, un libro documentado, pero accesible y sentido, que se
pregunta por aquello que debe perdurar de una persona cuando ya ha desaparecido.
Gomá nos recuerda que unos pocos privilegiados tienen la habilidad
artística para proyectarse en el futuro y ser recordados por sus descendientes
por la obra que producen. Aunque Gomá no los nombra, también estarían en este
grupo los líderes políticos y sociales que cambiaron con su quehacer los
esquemas de su época, o los científicos audaces que gracias a su investigación erradicaron
alguna enfermedad, el hambre o la carestía. Pero para aquellos que no son Pericles, Velázquez, Picasso, Thomas Alva Edison u Olof Palme, es decir, para
el común de los mortales en busca de un gramo de trascendencia, la única manera
de perdurar en la memoria de los que vienen es llevar una vida ejemplar. Porque
vivir y envejecer dignamente, la mayor aventura que uno pueda imaginar, está al
alcance de todos.
Vuelve así Gomá al tema de la ejemplaridad del hombre corriente. El mismo que lleva perfilando desde hace muchos años y que ha
plasmado en media docena de libros. El autor reivindica el capital simbólico de
ese ser ajeno al elitismo aristócrata o a la excentricidad artística
encumbrados por dos siglos seguidos de romanticismo. En el padre de familia que
llega por la tarde a casa después de la jornada de trabajo reside hoy la gloria
del antiguo héroe homérico, recuerda provocador Gomá.
En La imagen de tu vida, Gomá se detiene en Cervantes, al que
ve como ejemplo de ese vivir y envejecer dignamente. Analizando la gran novela cervantina,
pero sobre todo los prólogos donde el autor confiesa sus pecados y debilidades, Gomá
identifica la fórmula vital del creador de El Quijote: “Idealismo, cortesía y
chiste”. La parodia y la risa es el camino de Cervantes para hablarnos de la
ejemplaridad moderna. Además, como su antihéroe, Cervantes es cortés, atento a
los otros. Y también, como el ingenioso hidalgo, con el paso de los años no se
deja vencer por descreimiento y cinismo de la edad, y se lanza, cumplidos ya los
50, a la aventura de escribir su libro capital con puro entusiasmo otoñal. Gomá
acaba concluyendo que Cervantes es un modelo civilizatorio a tener en cuenta, hecho
de sabiduría, comedimiento y discreción.
En la última parte del libro, Gomá entra en un terreno nuevo.
Aquí no nos habla el filósofo mundano, sino el hijo que busca consuelo por la
muerte del padre octogenario. Desde lo alto de un escenario Gomá -ahora actor protagonista- se dirige al lector para trazar en un largo monólogo el perfil de ese padre ejemplar de puertas para afuera, pero que, también a los
50, recibió la visita del “demonio del mediodía”, causando sufrimiento familiar
y abriendo una herida en el corazón de su hijo que el tiempo no iba a restañar, y que sólo la muerte inesperada y el duelo acabarían convirtiendo en un
ejercicio de sabiduría.